Con el termómetro al límite en verano, las piletas de lona son la sensación en los pasillos de la Villa 31 y el “Sheratoncito”, un edificio de cuatro pisos destinado al alojamiento de huéspedes, está completo. La construcción, que cuenta con terraza entre sus comodidades, está ubicado a pocos metros del hotel de lujo al que debe su nombre.
Por la Autopista Illia circulan vehículos de alta gama. Debajo, en el interior del asentamiento de Retiro, también. Camionetas 4x4 y autos costosos se mezclan entre los carros, las bicicletas, motos y el pulular continuo de sus habitantes. Todo parece normal. Pero no lo es. En ciertas zonas del barrio Padre Mujica la tensión le gana al calor. Miradas de reojo y alertas de Nextel son parte del paisaje narco de las villas de Buenos Aires. La 31, ubicada en inmediaciones de una de las zonas mejor valuadas de Buenos Aires y a pocas cuadras del departamento de Mauricio Macri (Libertador y Cavia), no escapa a la lógica de bandas preparadas para frenar el avance de la policía con barricadas hechas con lo que sea como baldes y bañeras repletas de cemento.
PERFIL logró llegar al corazón de la zona más conflictiva en la actualidad: el sector comprendido por las manzanas 99, 105, 107 y 102 de la Villa 31 bis, a pocos metros de “La Casa del Pueblo” y la Plaza de Los Lápices, dominio de los integrantes de “Los Sampedreanos”, un grupo de paraguayos que responden a las órdenes de “Tarzán” Fouz Acosta, actualmente preso.
En ese territorio, las diferencias se dirimen a los tiros en el Playón Este. “Se matan”, resume un vecino del lugar. El domingo pasado, en ese sitio acribillaron a un hombre. Se trata de uno de los cinco crímenes ocurridos en los últimos 30 días. Pero ninguno de ellos alteraron el orden.
A escasos metros del punto donde ocurrió el homicidio, un puñado de vendedores se resguarda del calor bajo la sombra el puente de la Autopista, recostados sobre el paredón del pasillo en el que funcionaba “Tarzán”, el boliche de Fouz Acosta. Los dealers son custodiados por hombres armados, atentos a los alertas enviados por los satélites que vigilan los puntos de entrada a la villa.
Los investigadores que siguen de cerca el funcionamiento de las bandas perciben que la organización se tornó más violenta. Hace pocos días, un grupo de hombres, presuntamente paraguayos, descargó una ráfaga de tiros cuando la policía barrial pidió identificarlos.
Creen que los enfrentamientos y crímenes tienen que ver con el creciente poder que adquirió Fouz Acosta, en contraposición al que perdió el peruano Alionzo Rutilo Ramos Mariños, alias “Ruti”, el jerarca narco que perdió peso al dejar a cargo a sus sobrinos, Richard y Rusben Ramos Noa (asesinado en septiembre de 2015). Otros dicen que los paraguayos están aliados a Ramos Mariños. De todos modos, la hipótesis más fuerte sería que el regreso de “Ruti” responde a la necesidad de reasumir el control del territorio. Sin embargo, aún los investigadores no tienen pruebas de la relación de él con los crímenes. Tampoco, evidencias de la presencia del peruano que habría integrado junto a su hermano, “Meteoro”, las filas de Sendero Luminoso. Su figura aparece fantasmal entre rumores que crecen en los pasillos. De todos modos, a raíz de la difusión periodística de su regreso y el pedido de exención de prisión de su abogado, solicitaron su captura.
En el medio de las dos bandas criminales, se mueven los hombres de César Morán de La Cruz, más conocido como “el Loco César”, otro peruano señalado como el capo más sanguinario de los tres. Está preso desde 2011, pero sospechan que maneja su facción desde la cárcel de Devoto.
Quienes conocen de cerca el funcionamiento de la villa saben que “Ruti” irá por todo. Habría dado la primera señal el 23 de septiembre de 2015. Ese día, cerca de las ocho de la noche, dos sicarios encapuchados atacaron a Wilmington Gallegos, conocido como “Panqueque”, un peruano que vendía sin autorización y no quiso integrarse a la organización. Los plomos que impactaron en su rostro, en las cervicales y en el trapecio, no lo mataron de forma inmediata. Murió poco después en el hospital. Cuando la Policía entró a la villa, no encontró elementos para peritar. Del homicidio no quedaron ni las balas, sólo su campera ensangrentada.
Otros capos narcos en la Ciudad
Al menos diez organizaciones narcos funcionan en las villas de la Ciudad de Buenos Aires. Siete de ellas, las más peligrosas, están distribuidas en la Villa 31 de Retiro y la 1.11.14 de Bajo Flores. Alionzo Rutillo Ramos Mariños, alias “Ruti”, y Marco Antonio Estrada González, alias “Marco”, fueron socios y cómplices en el asentamiento ubicado al sureste de la ciudad de Buenos Aires.
La alianza se quebró por el control del territorio y, tras la masacre de “la virgen de los Milagros”, “Ruti” debió migrar a Retiro donde tuvo el dominio total, hasta que su socio “El Loco César” decidió enfrentarlo.
Al mismo tiempo, el poder de un grupo de paraguayos comenzaba a crecer bajo la autopista Ilia, que divide el territorio y a las nacionalidades. En 2015, hubo alrededor de 15 homicidios en la villa 31, creen que cinco estarían relacionados con el tráfico de drogas. En la 1.11.14, la masacre de cuatro jóvenes volvió a encender las disputas en torno a dos grupos conformados por paraguayos, aunque los crímenes fueron adjudicados a “Marco”.
El resto de los grupos se instalaron en la villa Zavaleta, en Ciudad Oculta y la 21 y 24, entre otras.
La Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), a cargo del fiscal Diego Iglesias, estudia patrones comunes entre las bandas para detectar si están conectadas entre sí.