Gustavo Sancho se agarra la cabeza. Está sentado en uno de los sillones de su casa de Villa Urquiza, rodeado por efectivos de la Unidad Antidrogas de Gendarmería. En la habitación principal de la residencia, otros agentes cuentan los 9 millones de pesos (323.413 dólares, 37.610 euros y 2.312.512 pesos) esparcidos en su cama king size, hallados minutos antes por perros rastreadores.
Hasta ese momento, el martes pasado cuando fue detenido, era considerado “un intocable”. El empresario fue investigado en varias oportunidades por las diferentes fuerzas de seguridad, pero las causas naufragaban sin involucrarlo de forma directa.
El empresario, oriundo de Chaco, es conocido desde hace años en San Martín como un presunto capo narco. Sin embargo, sólo tuvo dos momentos de exposición. En 2009, cuando su hijo Alan (piloto de TC Pista) fue secuestrado –en lo que se sospecha fue un “cortito”, es decir, un rapto originado en el marco de rivalidades narco– y cuando el padre de Candela lo mencionó en su testimonio.
Su detención fue parte del Operativo Quijote: 45 allanamientos simultáneos ejecutados por unos 600 gendarmes distribuidos en Mar del Plata, Pinamar, el conurbano bonaerense, la Ciudad de Buenos Aires y Sáenz Peña, en Chaco; 16 detenciones y el secuestro de 45 vehículos, 12 motos, una moto de agua, 135 celulares, 3 lingotes de oro, 285 monedas de oro, joyería y armamento de distinto calibre.
La organización que lideraba, según marca la investigación dirigida por la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, tuvo una época de esplendor. Fue entre 2014 y 2016, cuando arriesgados pilotos abordaban aeronaves para trasladar 300 a 500 kilos de cocaína desde Paraguay a Argentina, previa carga en Perú o Bolivia. Descendían hacia Entre Ríos, desde donde se abrían camino hacia determinadas estancias o campos de la provincia de Buenos Aires, entre ellos las ciudades de Azul, General Belgrano, General Rodríguez y Mar del Plata, arrendados por testaferros, que no contaban con declaraciones de ganado o productividad y su razón final era integrar un sistema de postas para entregar cargas con drogas. Allí, integrantes de la banda vestidos de traje y portando armas largas recibían la droga y la acondicionaban en vehículos ligeros.
El sello de la banda eran los vuelos clandestinos –Sancho en persona se encargaría de la compra de las avionetas– y la extrema calidad de la droga: un 95% de pureza que, estiman, viajaban en barcos desde los puertos de Rosario y Mar del Plata hacia Europa. Los aviadores eran catalogados por los investigadores como “suicidas” porque realizaban los viajes de noche y enfrentaban las condiciones climáticas más adversas para evitar ser detectados por los radares. Su única guía era un GPS que los orientaba en la oscuridad.
La causa, que derivó en narcotráfico transnacional, se inició por lavado de activos y encubrimiento en el juzgado de Arroyo Salgado, quien le siguió la pista por tres años. Pero no lograba cerrar el círculo. Pidió colaboración a la Procunar, a cargo de Diego Iglesias, y consiguió las piezas que faltaban. Con la ayuda de la red de fiscales antilavado se logró determinar que una avioneta accidentada en la estancia Itapuá de Paraguay, en 2015, con 400 kilos de cocaína en su interior, estaba vinculada al grupo dirigido por Sancho. El GPS de la nave marcaba como destino la localidad de General Belgrano.
En el caso de otra aeronave, que fue abandonada en San Jorge el 14 de diciembre 2016, fue clave la declaración de un testigo de identidad reservada.
El poderío de Sancho es innegable. Entre sus bienes, los detectives de Gendarmería, la fuerza a cargo de Gerardo Otero, se cuentan la casa en la que vive, un departamento en Mar del Plata, una cabaña en Pinamar, un dúplex en Buenos Aires, un galpón en San Martín y varios autos y motos de alta gama, como un BMW, una Toyota Hilux, un Corola, un Smart, entre otros vehículos. La mayoría, figuran a nombre de terceros.
La Dirección de Migraciones, que también colaboró en la pesquisa, determinó varias salidas del empresario del país a varios destinos, donde habría mantenido reuniones con otros miembros. Otra característica era la férrea disciplina que mantenían los miembros en cuanto a sus medidas de seguridad. Sancho sólo realizaba llamadas a su familia.