Imponente, gris, fuerte, infranqueable. La Unidad Penitenciaria 1 de Ezeiza se presenta como una gran fortaleza de máxima seguridad compuesta por seis módulos en donde se aloja a los detenidos con una doble muralla de alambre de diez metros de alto y garitas de vigilancia en cada extremo del penal. Hace más de dos años ese fuerte fue vulnerado con llamativa facilidad por trece presos que escaparon por un túnel cortando los tejidos que los separaban de la libertad. Con esta evasión quedó al descubierto la cáscara de una cárcel que se anunciaba como inviolable y que al día de busca recuperar la fama que supo tener.
Después de esa cinematográfica evasión el entonces jefe del Servicio Penitenciario Federal (SPF), Víctor Hortel, presentó su renuncia, y al poco tiempo se incorporó tecnología y se equipó al personal. Sin embargo, todavía hay falencias que persisten en el penal que ahora alberga a los hermanos Martín y Cristian Lanatta, y Víctor Schillaci, recapturados hace una semana tras su fuga de la cárcel de General Alvear.
El 20 de agosto de 2013 los penitenciarios notaron que algo pasaba en el pabellón B, del módulo 3. Al revisar descubrieron que trece presos se habían fugado por un túnel. Los evadidos habían cortado los cuatro alambrados externos que los separaban de la libertad y se esfumaron sin que nadie los viera. Este escape dejó al descubierto las escasas medidas de seguridad que regían en la unidad: las pocas cámaras que funcionaban transmitían en blanco y negro, y la única contención externa que existía eran los alambrados de diez metros de alto, fáciles de vulnerar porque no funcionaban los sensores perimetrales que se activan cuando alguien se trepa o corta el tejido. “Era un sistema obsoleto”, reconocieron en el SPF en una recorrida para la prensa que se realizó este viernes en el penal, y de la que participó PERFIL.
En los últimos meses se reforzaron los alambrados, se agudizó el sistema de vigilancia, se colocaron sensores y cámaras a color y algunas con definición HD. Hay alrededor de sesenta cámaras por módulo y unas 300 en total si se tiene en cuenta el exterior del predio. “Apuntamos a tener más cámaras y menos puntos ciegos”, aseguraron.
Aunque, según pudo saber PERFIL por distintas fuentes consultadas, hay sectores del penal en los que las cámaras no funcionan o no graban. “Los repuestos son un problema y se está intentando recuperar toda la tecnología”, reconocieron las fuentes consultadas. Lo mismo pasa con las luces externas. Antes de la fuga eran casi inexistentes, funcionaban en un 40%. Hoy están recuperando el sistema. “No está al cien por ciento pero se mejoró mucho la luminaria”, se sinceran.
Tras la fuga, fueron separados del cargo unos 19 agentes y autoridades de Ezeiza. Hoy estan trabajando de nuevo en el penal. “Hacen tareas administrativas, no están en contacto con los internos”, confirmaron los voceros.
La fuerza humana es la primera herramienta que quieren potenciar desde la fuga de 2013. “El personal estaba desmotivado, se les mejoró el sueldo y se trató de modificar la filosofía laboral para buscar que se comprometieran en cumplir con el protocolo. El hombre que está para abrir la puerta sólo tiene que estar para eso. Se busca volver a profesionalizar al penitenciario, porque la tecnología sin el recurso humano capacitado no sirve mucho”, destaca un vocero del SPF.
Recapturados. Hace una semana los hermanos Lanatta y Schillaci duermen en Ezeiza. Martín, el primero en ser recapturado el sábado pasado en la ciudad de Cayastá, fue alojado en el mismo módulo en donde se produjo la masiva fuga en 2013, pero en otro pabellón. El penal de Ezeiza parece ser hoy una fortaleza en recuperación. Sin embargo, desde el organismo aclaran: “Todas las cárceles son vulnerables, ni siquiera Alcatraz era infalible”. Por las dudas. No vaya a ser que la historia de los prófugos tenga un nuevo capítulo.
Se sacaron selfies con Lanatta y los sancionaron
Durante 15 días la búsqueda de los hermanos Martín y Cristian Lanatta, y Víctor Schillaci, que se habían escapado del penal de General Alvear, ocupó transmisiones enteras como si se tratase de un reality show. Esa locura mediática se trasladó al penal de Ezeiza, donde ahora están alojados los condenados a perpetua por el triple crimen de General Rodríguez. Dos médicos que trabajan en el hospital que funciona en el penal quisieron llevarse un recuerdo y se sacaron una selfie con Martín. Por este accionar fueron sancionados en las últimas horas: uno fue trasladado a otro penal y el otro, suspendido por treinta días. Los tres recapturados están alojados en celdas individuales de seis metros cuadrados y con dos cámaras. Martín Lanatta se encuentra en el Módulo 3, mientras que su hermano, Cristian, está en el 4. Ambos módulos son catalogados como de “alta conflictividad”. Schillaci está en el sector “ingresos”. Ninguno tiene contacto con los otros internos. Están 23 horas en la celda y tienen una hora de recreo, donde se pueden bañar o hablar por teléfono. Los penitenciarios que los custodian fueron específicamente evaluados y seleccionados: no tenían que tener antecedentes por corrupción.
El ‘topo’ que no regresó
De los trece presos que escaparon en agosto de 2013 uno todavía permanece prófugo: Martín Espiasse Pugh, un delincuente de extremada peligrosidad y con un historial de intentos de fuga. Tiene 36 años y fue condenado a perpetua por haber asesinado a dos policías en un asalto a un cajero de la ciudad chubutense de Rawson. Cuando estuvo preso en Mendoza intentó escapar arrojándose a un canal tras salir corriendo del hospital adonde lo habían trasladado por un problema de salud, pero fue recapturado. En Bahía Blanca, intentó huir haciendo explotar tres bombas caseras, pero dos le fallaron. Lleva 880 días prófugo.