La división Drogas Peligrosas de la Policía salteña detuvo a Alejandro “León” Alvarado, de 43 años, un capo narco que había logrado eludir a la Justicia durante dos años y dos días, tras operarse el rostro para no ser capturado. Con retoques en la cara y el cambio de identidad, Alvarado pudo burlar a las autoridades, pero sin saberlo su punto débil iba a ser clave en su detención: la familia. En Navidad visitó sorpresivamente a sus parientes y pudo disfrutar de su nieta, nacida meses atrás. Su mamá compartió una imagen en su cuenta de Facebook que terminó siendo clave para los investigadores.
Con esos datos, las pesquisas comenzaron a seguirle el rastro y el narco finalmente cayó el 27 de marzo pasado en uno de los búnkeres desde donde continuaba operando en la clandestinidad, en el barrio Santa Ana, en la zona sur de Salta capital. Previamente, por los cruces telefónicos, reconocieron su voz y durante los seguimientos pudieron detectar que era él por su particular forma de caminar.
Hilarión Herrera, comisario de la Dirección Drogas Peligrosas, detalló que Alvarado “frecuentaba a sus familiares en Salta. Sin embargo, no se había podido identificar positivamente porque sus rasgos no coincidían con la identidad que teníamos”. Y agregó: “Tenía barba, difería su color de cabello, y su rostro era difícil de reconocer”.
Con el principal cabecilla de una banda que operó al menos seis años, esta organización quedó desarticulada, ya que sus cómplices cayeron durante el 24 y 25 de marzo de 2017. En aquella oportunidad, los oficiales esperaron a los narcos que viajaban en un Volkswagen Vento y un Volkswagen Fox en el ex peaje Aunor del ingreso a la capital salteña. Allí los interceptaron y les decomisaron más de 15 kilos de cocaína.
Horas después allanaron la casa del conductor de uno de los vehículos en el barrio San Carlos y encontraron el botín más valioso: 60 kilos de cocaína de máxima pureza y más de 600 mil pesos. Un día más tarde, en un lavadero ubicado en la esquina de Zuviría y O’Higgins, también de la capital salteña, los investigadores pudieron secuestrar un BMW negro, modelo 2009, y una Toyota Hilux, propiedad de Alvarado, pero este ya se había dado a la fuga.
Tras la captura de los cómplices y el secuestro de los vehículos, Alvarado elaboró un plan: dejar su BMW gris en Rosario de la Frontera, en el sur provincial, para despistar a los investigadores. El coche fue encontrado a las pocas horas y, más tarde, destinado a la policía como parte de los vehículos recuperados por el narcotráfico. Las fuentes consultadas por PERFIL creen que Alvarado jamás dejó la provincia. Antes de ser apresado, y junto a sus dos cómplices, simuló ser vendedor de insumos agropecuarios y distribuidor de repuestos de maquinarias agrícolas. Familiares y amigos cercanos les creyeron, porque estos vestían con indumentaria especial, llevaban facturas y hojas membretadas. Los viajes al norte eran tan frecuentes como los trayectos a Mendoza, donde iban a entregar “los insumos y repuestos”.