La consagración de Jorge Bergoglio como papa zanjó, momentáneamente, las diferencias entre el Gobierno nacional y la Iglesia Católica. Sin embargo, cuando parecía que la relación se iba a recomponer del todo con la presencia de Cristina Kirchner en el tedéum de la Catedral metropolitana, la tensión regresó: anunció, a través de sus voceros, que irá a escuchar la homilía del 25 de mayo a Luján.
Fue Néstor Kirchner el que rompió la tradición de escuchar el sermón en la Catedral porteña. Lo hizo después de que el actual papa destinara varios párrafos a atacar su gestión. Entonces, al ex jefe de Estado se le ocurrió hacer una homilía itinerante: cada 25 de mayo, lo conmemoraba en distintos puntos del país donde se garantizara curas proclives a no criticar las bases del “modelo”.
Cristina siguió con la misma tradición. Pero como su reacción inicial ante la nominación de Bergoglio fue positiva, se pensó que regresaría a la celebración tradicional porteña. Pero no. El kirchnerismo siempre redobla la apuesta.
De todos modos, la orden de la jefa de Estado fue mantener una buena relación con el Arzobispado local. De hecho, la mayoría de su gabinete participó de la asunción de Mario Poli. Pero como se ve, la relación entre la Iglesia y el Gobierno es, al menos, ambigua.