No hay novedad en la política matona de la Argentina. Hace unos días, el periodista e historiador Daniel Balmaceda, editor de Política de la revista Noticias, enumeraba la cantidad y calidad de los “batatas” todo terreno que los poderosos supieron sumar a sus huestes, clandestinamente, para hacer los trabajos sucios que todo gobierno local siente, vaya a saber por qué razón inconfesable, que deben cumplir.
“Batatas”, en homenaje y por el alias del filopatovica Miguel Arjona, un pesado que en su momento respondía a Carlos Menem y a Eduardo Bauzá. Este “batata” castigó en 1993 a los periodistas que cubrían un episodio desagradable para el riojano: en la Rural, el público no paraba de chiflar al mandatario, a quien no veían ya ni tan alto ni tan rubio como los liberales-conservadores lo habían imaginado en 1989.
El presidente Néstor Kirchner tuvo en Rudy Ulloa, de Santa Cruz, y ahora en el piquetero y secretario de Estado, Luis D' Elía, sus auténticos “batatas”. Hasta la Revolución de Mayo prohijó a los suyos: uno de ellos, el siempre blindado Domingo French, fue el precursor de los “métodos alternativos” de persuasión, como dice Balmaceda en su libro Espadas y Corazones.
En el conflicto gremial y social derivado del quebranto del Hospital Francés vuelven a aparecer, ahora encarnado en un ex barrabrava de Chacarita y también joven K, vinculado directamente con el líder de los "Jóvenes K", el prolijo Nicolás Trotta.
¿Cuál es el punto de contacto entre todos ellos?
Aunque tenga motivos para hacerse el distraído, el denominador común entre todos es el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Fernández, pobre, probablemente no tenga la culpa de que un energúmeno como este nuevo batata, Sergio Muhamad, se haya colado en las buenas intenciones oficiales de sumar soluciones al conflicto del Hospital Francés. Esto suponiendo que no hay segundas intenciones, claro. Porque en el medio siempre tratan de medrar las aves rapaces del negocio de la salud, vinculados históricamente en la Argentina con los sindicatos y cierto arrabal del radicalismo. Como ocurre en cualquier conflicto del gremio de la Salud, la imaginación (¿febril?) de las comisiones internas repasan los nombres asociados a estos negocios: Luis Barrionuevo, Enrique Nosiglia y Armando Cavalieri.
Pero vamos a suponer que Fernández actuó de buena fe cuando le encomendó al superintendente del Servicio de Salud de la Nación, Héctor Capaccioli (ex operador de radio), una solución benigna para todos. Capaccioli y Fernández son viejos y muy conocidos lobos de mar: ambos fueron los responsables de recaudar fondos en la campaña “Kirchner Presidente”. Capaccioli fue premiado con un cargo público muy expectable. Y Fernández, ya sabemos, con el maximun de la confianza oficial. Trotta, por su parte, responde directamente al jefe de Gabinete desde que abandonó su cargo en la escuálida juventud de Nueva Dirigencia, que dirigía Gustavo Béliz. Trotta fue nombrado en la Secretaría de Descentralización y Participación Ciudadana.
Es decir: Alberto, entrégate y tendrás un juicio justo.