Lejos, bien lejos de lo que pasa en el mundo y de lo que tarde o temprano también ocurrirá, la administración regente continúa con su política de creer que es el epicentro planetario. A sus efectos, sería el escenario ideal, aunque claro está, está lejano el momento en que se pueda plasmar un escenario ideal, en especial, viniendo de semejante crisis como la de 2002 y con tantos temas pendientes de solución.
En cualquier caso, las asignaturas pendientes dejan al país fuera de cualquier agenda y no es casual que ninguna casa matriz tenga entre sus prioridades hacer inversiones en sus filiales argentinas. La Argentina sigue tan aislada del mundo como en tiempos de la crisis. Esto que podría tomarse como una mala señal en tiempos de globalización, para la administración Kirchner es un escenario ideal.
El mundo enfrenta problemas severos, en particular, desde el punto de vista financiero y económico. Es la dinámica del capitalismo y en todo caso son los costos que se deben pagar por disputar un lugar en el mercado mundial. Son los costos de haber crecido tanto y es tiempo de correcciones.
Fuera de agenda, sin inversiones y sin acceso a fuentes de crédito, la vulnerabilidad del modelo está a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, el poder embriaga, y quien lo ejerce termina por creerse todopoderoso. Hasta se habló con ironía del "efecto jazz", para dejar en claro que la crisis era ajena, sin reparar que la supervivencia de este modelo depende en gran medida de lo que ocurra a nivel internacional.
Está claro que todos los países buscan protegerse frenta a las crisis y lo hacen con instrumentos al alcance de su mano. Los hay quienes buscan paliativos transitorios. Los hay aquellos que se resisten y se mantienen dentro del modelo capitalista. Y por último, aquellos que tienen todo apostado a la suerte.
Entre los primeros, la administración Bush con su paquete de ayuda por 150.000 millones de dólares. Entre los segundos, los europeos quienes se mantienen firmes en la defensa de la estabilidad como quedó expresado en la declaración de Londres donde señalaron: "no debemos dejarnos tentar por el proteccionismo o por los intentos fútiles para frenar la globalización financiera ni apelar a estímulos artificiales".
Entre los últimos, la Argentina. Sólo un ignorante puede creer que el "efecto jazz" es un problema sólo de los Estados Unidos. Por estos días se escucha decir como un canto de sirenas que el modelo actual es el mejor "blindaje" frente a la crisis internacional. Los superávit gemelos y las reservas son las insignias de este modelo extractivo frente a la crisis.
El superávit comercial depende de las exportaciones y éstas de la demanda mundial de commodities. El superávit fiscal también depende de las exportaciones de los commodities ya que el principal ingreso tributario proviene de las retenciones a las ventas externas. Y bastaría recordar que 40.000 millones de dólares de blindaje del FMI no alcanzaron para frenar el derrumbe de la Convertibilidad.
La crisis, como queda demostrado en los números, impactará con una menor demanda mundial. Y este es el costado flaco del modelo extractivo planteado desde 2002. Todo está atado a la suerte de los commodities. Todo queda librado a la suerte... y el blindaje del modelo puede resultar insuficiente.
Mientras tanto, las cosas no parecen haber cambiado demasiado por estas playas. El perfil exportador sigue siendo muy similar al de la época virreinal: harinas, aceites, carnes y algún derivado, más el agregado de algún producto con fuerte protección arancelaria. El 70 por ciento de las exportaciones proviene del complejo agroalimentario. Todo dependerá de la demanda mundial. Tampoco parecen haber cambiado demasiado los actores. En la Argentina se puede observar como cada sector busca quedarse con una porción de la torta de ingresos y busca alinearse y congraciarse con el poder, dejando al desnudo la otra cara del modelo: el corporativismo más acérrimo.
Los "capitanes de la industria" comienzan a pedir más competitividad para sus productos porque la inflación se comió la devaluación y se acerca un nuevo round paritario. La "patria sindical" negocia mayores fondos para las obras sociales a cambio de cierta "pax" salarial. La "patria financiera" continúa haciendo negocios con el Estado, financiando a tasas altísimas una paridad cambiaria ficticia y consumo exacerbado. La "patria contratista" espera que el Estado le financie las obras de infraestructura, para mantener en un mínimo nivel operable al resto de la actividad económica, o bien que le financie obras tan faraónicas e inoperantes como el tren bala.
A propósito, este "paso a la modernidad" según CFK, se ha convertido más que nunca en un "expreso imaginario". Ocurre que el agente financiero del proyecto, se encuentra en virtual estado de "crack-down". El Banque Societe Generale que iba a financiar semejante delirio faraónico, está envuelto en un escándalo de fraude y a punto de ser intervenido por el gobierno de Nicolas Sarkozy. ¿Nada ha cambiado?