Las escasas veces que recordó aquella aventura, Boudou les juró a sus íntimos que no sabía nada. Y no tenía por qué saberlo en aquel momento porque, en realidad, los pocos amigos y jóvenes marplatenses que bailaron en esa “lúgubre” y “sombría” discoteca tampoco recordaban que justo en ese lugar estaban sepultadas las huellas de los años más oscuros de la historia argentina.
“¿Cómo iba a saber ‘Aimé’ que en ese lugar donde montó un boliche allá a finales de los ochenta había funcionado en la dictadura un centro de detención clandestino?”, se pregunta un entrañable amigo de Boudou que asistió a la inauguración de la discoteca, a fines de 1989.
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