Carta Abierta, el núcleo de intelectuales ultrakirchneristas, muchos de ellos de izquierda en los 70 y peronistas antes de ser kirchneristas, decidió ayer dejar de mirarse el ombligo, abandonar toda tentación autorreferencial a la que parece haber sido más que proclive, olvidar al menos por ahora toda la parafernalia lanzada, en distintos tonos y humores, contra Daniel Scioli y apoyar de manera unánime, incondicional y sin reservas la fórmula Scioli-Zannini en la segunda vuelta del 22 de noviembre.
El triunfo de la fórmula que aspira a heredar a Cristina Fernández es una cuestión de vida o muerte para Carta Abierta y, según sus miembros, para el resto del país: un triunfo de Mauricio Macri, sostienen, implicaría la marcha atrás de los logros kirchneristas y, como consecuencia, la destrucción de la Argentina.
Lo anterior no es una interpretación antojadiza, sino el resultado, expresado con esas mismas palabras, de la asamblea abierta que la entidad celebró ayer en el Auditorio de la Biblioteca Nacional, convocada para analizar la declaración “Ante la segunda vuelta” con la que Carta Abierta quería fijar su posición. Era un texto, puesto a debate, escrito en un tono áspero, acaso insultante, que provocó un intercambio de ideas veloz que decidió modificar la esencia del escrito y algunas de sus frases más cargadas.
El rápido acuerdo sirvió para que los oradores reafirmaran su apoyo incondicional a Scioli y diseñaran una estrategia que parece decidida y no sometida a debate sobre cómo conquistar en estas semanas los votos que le den la victoria a Scioli.
Las razones fueron claras: “Tenemos miedo”, dijo uno de los oradores en referencia a un eventual triunfo de Macri (que fue puteado con elegancia, si eso es posible). Otro de los miembros de Carta Abierta admitió: “El domingo recibimos un baldazo de agua fría. Y estuvimos tiritando hasta el jueves, cuando habló la Presidenta”, en referencia al discurso de Cristina Kirchner en el que ni siquiera mencionó al candidato Scioli y gracias al cual el candidato Scioli se sintió plenamente respaldado por la Presidenta, que lo ignoró.
Reconciliación. El candidato tuvo un gesto: envió a la asamblea de Carta Abierta a Juan Carlos D’Amico, su asesor cultural, que invitó a todos a adherir al documento en el que Scioli explica qué piensa hacer con la cultura, mientras criticó a Macri por su indefinición en el área. D’Amico hizo algo más: apoyó (y después fue a darle un abrazo) a Horacio González, trenzado en una polémica fatua y sin destino con el titular del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, sobre la participación en la campaña de Scioli del cantante Ricardo Montaner, un antichavista confeso.
Si Scioli decidió olvidar agravios, Carta Abierta decidió olvidar haberlo agraviado de mil modos, haberse burlado de su brazo faltante y haber considerado un disparate político que lo ungieran como delfín del kirchnerismo. Hay que conquistar votos y la estrategia requiere de la unidad sin fisuras. Como dijo Jorge Bernetti: “El 23 vamos a criticar todo, el resultado de estas elecciones y todo lo demás. Hasta el 22 somos una sola cosa y apoyamos sin condiciones la fórmula Scioli-Zannini”.
¿Qué decía el borrador de declaración que tanto irritó a algunos miembros de Carta Abierta? Ponía en un mismo plano la pelea de la Presidenta con el campo, en 2008, con las elecciones por venir. Aquella pelea por las retenciones y la famosa Resolución 125 marcaron el nacimiento de Carta Abierta que vio, ve todavía, aquella reacción de los productores agrícolas como un intento destituyente: “Querían cortar el mandato presidencial, sí –decía el documento– para quebrar la firme decisión gubernamental de orientar esas retenciones al desarrollo social, cultural y económico de vastos sectores de nuestra sociedad (…)” Y agregaba luego: “Aquellos actores, perfumados de restauración conservadora (…) reiteran su vicio perverso de interrumpir. Vuelven, enmascarados en gestos de pastor evangélico, pregoneros de la paz y la concordia, recitadores memorísticos de textos y nombres de nuestra reciente historia política enancados en una fase propagandística de republicanismo vacuo, vuelven en 2015 con la pretensión de sustituir e impedir la continuidad de aquel proyecto que ensayaron destituir en 2008”.
Oportunidad. Incluso a Ricardo Forster, que diseña la estrategia del pensamiento nacional, al menos el del kirchnerismo, le pareció un desatino comparar aquella rebelión del campo con las elecciones democráticas: pura estrategia para conquistar votos. “Pónganle el nombre que quieran: los que votaron en blanco, el socialismo de Santa Fe, los que no votaron en blanco ni a Macri… ¿les vamos a recordar que no estuvieron con nosotros en la 125? Yo no sé si eso es lo correcto en este momento. No es necesario ahora el detalle específico de nuestros acuerdos y nuestras diferencias”.
En las próximas semanas, el kirchnerismo duro se va a lanzar a conquistar, voto a voto y puerta a puerta, el margen que Scioli precisa para ser presidente. “Por primera vez en la historia de la política democrática argentina –definió Forster– la derecha liberal conservadora tiene chances de llegar a través del voto popular”.
Le faltó decir que parte de esos votos se dieron en zonas donde, hasta hace diez años, el voto a la derecha era impensable.