POLITICA
Mariana Moyano y Cynthia Garca

Catarsis, autocrítica y justificaciones de dos ex ‘678’ tras el caso López

Reconocen el impacto que generó en el kirchnerismo el escándalo del ex secretario de Obras Públicas.

Ex panelistas. Para Moyano, el Lopezgate fue un golpe al corazón del kirchnerismo. Según García, CFK “tomó la dimensión del daño”.
| Cedoc Perfil

A los ex 6,7,8 les cuesta conseguir trabajo. A siete meses de terminado el ciclo, se sienten prohibidos. Algunos directamente tienen miedo de hablar en público. “Hay listas negras”, afirma Mariana Moyano, reciente autora del libro Sintonía fina. Cynthia García, quien armó la plataforma multired La García, coincide con su ex compañera. Ambas critican ferozmente el “neoliberalismo” PRO, y también reconocen el impacto que generó en el kirchnerismo el escándalo del ex secretario de Obras Públicas José López.

—¿Cómo interpretan el caso José López?
G: Es un hecho repugnante dentro de un proyecto popular. Y nada justifica el enriquecimiento personal con fondos públicos.
M: Abominable, un chorro. Una opción es la indignación moral: ahí nos sentimos bien y punto. Yo quiero que López cumpla su culpa y entender qué pasó, sin generalizaciones espantosas que les caen a todos y no sólo al kirchnerismo.

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—¿Por qué no sólo al kirchnerismo?
M: Porque yo no podría hacer una acusación de corrupción sobre Hernán Lombardi por el caso de la Banelco durante el gobierno de la Alianza.

—Lombardi era ministro de Turismo, no cumplía el rol de López, hombre clave en el reparto de la obra pública.
M: Bueno, Darío Lopérfido, que era del riñón de De la Rúa. ¿Sabía? No sé y no me corresponde echar manto de sospecha sobre su honra. Sí voy a echar basura sobre la de López, no es un tipo decente.

—¿Hay forma de que Julio De Vido no estuviera al tanto?
M: No te puedo decir. No lo sé, con toda franqueza. Parece que estaban repeleados.

—Pero López fue su mano derecha durante 12 años.
M: Lo mejor que podría pasar es que los sospechados en la causa se presentaran.

—¿De Vido debe declarar?
M: Sí, y todos los que están mencionados. Así se aclara y se sale del pantano.

—¿Y Cristina Kirchner podría desconocer la corrupción de López?
M: No creo que Cristina supiera. Yo la vi pocas veces en mi vida. En el canal circulaba que ella ponía el grito en el cielo cuando se enteraba de una desprolijidad o un error. Me cuesta creer que apañara eso.

—¿Hay corrupción estructural en el caso López?
G: El capitalismo es estructuralmente corrupto. Esto es un acto individual delictivo: no invalida un proyecto colectivo.

—López no era cualquier individuo.
G: Yo no tengo nada que ver con López, pero defiendo un proyecto político contra el de la derecha. López no es Cristina.

—¿Cristina no sabía?
G: ¡Por supuesto que no sabía! Pero los empresarios sí sabían.

—Al funcionario se lo elige; al empresario no.
G: Eso es una falacia. El empresario tiene tanta responsabilidad como el funcionario.

—¿Qué les pareció la carta de la ex presidenta?
M: Me dejó con sabor a poco. Ella es una tiempista y quizás está midiendo. Esperaba algo más fuerte y que no les hablara sólo a los propios.
G: No coincido en que fue poco. Tomó la dimensión del daño y pidió explicaciones.

—¿Es compatible un gobierno progresista y la corrupción?
M: Sí, pueden convivir, pero no quiere decir que esté bien. Hubo miles de casos así, con o sin políticas inclusivas: Italia, Brasil, el sistema soviético.

—¿Hay diferencia entre corrupción para financiar la política o para provecho individual?
G: Veo una distinción. Nunca tuve un cargo, pero entiendo que hay un desafío cuando rompés con las corporaciones.

—Más allá de sus aciertos, ¿en qué se equivocó “6,7,8”?
G: En no invitar a la oposición antes. En los informes demasiado reiterativos. Pero no fuimos hipócritas.
M: Se encerró sobre sí mismo, sobre todo al final. No nos hizo bien a los panelistas ni al proyecto que defendíamos.

—¿Qué les sorprendió del gobierno de Macri?
M: La “campaña del miedo” se cumplió en todo y más. Me sorprende la brutalidad.
G: El funcionamiento a pleno del dispositivo neoliberal. Es peor que en los 90. Ahora las corporaciones se autogobiernan