¡Qué maravilloso y agradable es cuando los hermanos conviven en armonía! (Salmo 133)
Las antinomias son históricas en nuestro país. Civilizado y bárbaro, figuras que alcanzaron su máxima formulación con Sarmiento. En el afán por comprender la inestable estructura cultural de la Argentina presenta la encrucijada entre la barbarie indígena y la civilización occidental, naturaleza contra cultura. Allí, no existen puntos intermedios. Sólo extremos. La civilización asociada a Europa y los Estados Unidos conducirían al desarrollo y al progreso.
Argentina de manera fundacional presenta una constitución acrisolada. Bajo la multiplicidad de habitantes se torna tarea magnánima definir el sentido de pertenencia identitario.
Un Ejecutivo sin presupuesto se torna en inviable. El presupuesto materializa la consecución de un año de ejercicio fiscal. Puede hacerse un paralelo. Votarlo sería un “acto de civilización”. No leer al pueblo, un “acto de barbarie”. Ésta sería una lectura velada y parcial de la realidad.
Mundos inconexos. Lucha por resignificar espacios de pensamiento. Visiones de una misma realidad bajo un cristal diferido en el tiempo, corroído en su esencia. Así se vivió el debate del Presupuesto 2019. No se trata de contar con los votos sino de escuchar a la gente.
"En vez de actuar con sabiduría y previsión se actuó con ausencia de planificación estratégica a mediano y largo plazo"
El Congreso de la Nación goza de la prerrogativa de “fijar anualmente, el presupuesto general de gastos y cálculo de recursos de la administración nacional, en base al programa general de gobierno y al plan de inversiones públicas y aprobar o desechar la cuenta de inversión” conforme al Art. 75 inc. 8 de la Constitución Nacional. Ese presupuesto contiene el programa anual del país en materia de disposición de recursos.
Hoy, el hincapié está dado por el déficit fiscal primario, ¿bajo qué proyecto? ¿Cómo se llegó hasta aquí? ¿Pretende el Ejecutivo democratizar sus decisiones pasándolas por el Parlamento?
Primero se acordó con el FMI. Ahora van por el Congreso. Un presupuesto cerrado en su espíritu constitutivo ha sido sin duda el ley motiv de los levantamientos sociales. Muchos diputados se expidieron a favor del mismo con un sinnúmero de objeciones alegando que la votación coadyuva a la gobernabilidad.
Asistimos a tiempos convulsionados en la Argentina. La situación económica dista notoriamente de las ventajas internacionales esperadas en 2016-2017. Sumado a ello, los indicadores de pobreza e indigencia dan cuenta de porosidades en el modelo social actual.
La retracción en el consumo, la crisis del campo, una clase media desvencijada, el asalto a la matriz productiva, la apuesta por la recesión para frenar la inflación, la creencia que la política monetaria puede maniobrar el déficit fiscal son algunas de las pinceladas de un diagnóstico delicado o una realidad paralela que lee el Gobierno.
En pos de pasar de un desequilibrio primario del 2,6% del PBI en 2018 al “déficit cero” en 2019, se anticipa un escenario recesivo que golpeará fuertemente a la inversión. Bajo este panorama debe pensarse en cómo generar dólares genuinos. Relato enmarcado. Uno dentro de otro. El Presupuesto enmarcado en la requisitoria del Fondo para ser beneficiarios de los desembolsos. El punto es cómo pretende el Gobierno esta instrumentación en pleno año electoral.
Creció el índice de confianza, pero sigue en los niveles más bajos de la era Macri
Los niveles de confianza en esta gestión han ido cayendo estrepitosamente desde el año pasado. Las lealtades políticas hoy tienen un costo elevado. Gobernadores, intendentes, senadores y diputados han de evaluar los mecanismos de respuestas frente a sus electores a la hora de sus demandas.
En vez de actuar con sabiduría y previsión se actuó con ausencia de planificación estratégica a mediano y largo plazo que contemple un modelo de desarrollo productivo sostenible para nuestro país. Frenar el crecimiento económico hoy conlleva un costo político demasiado elevado para revertirlo a tiempo.
Las situaciones por momentos desbordan no sólo al imaginario social sino a las propias agendas de la clase gobernante.
Hoy por hoy el Interior siente un abismo entre las políticas que se digitan desde Nación y las que finalmente llegan a sus provincias. Hablamos de la mayor fuente de generación de riquezas y a la vez expoliada por el poder central. Un país federal potencia talentos regionales, planifica con todos y cada uno de los sectores políticos y sociales sentados en una misma mesa de igualdad y respeto.
Un Ejecutivo fuerte no implica necesariamente mayoría calificada y quórum propio en las cámaras ni mayoría automática en el Poder Judicial. Por el contrario implica consensos, no imposiciones; implica diálogos, no monólogos. Una comunicación eficaz cuenta con un emisor y un receptor que interactúan donde la decodificación del mensaje permite entender que sin lugar a dudas existió entendimiento.
Civilización es hacerse eco del interés nacional. Civilización es construir de manera consensuada un horizonte de desarrollo productivo sostenible y sustentable en el tiempo que posicione a la Argentina en el lugar geopolítico que se merece. Lo contrario es barbarie.
(*) Analista Política. Magister en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA). Twitter: @GretelLedo | @influenciarORG