El encuestador, uno de los más conocidos en su rubro, está de viaje por el interior del país para darle las últimas puntadas a un sondeo que le encargó su principal cliente: el Gobierno. Se lo nota agitado del otro lado de la línea: “Tengo un empate en la
provincia de Buenos Aires. Kirchner le lleva sólo dos puntos a De Narváez, lo cual no es nada. Porque no se olvide de que el margen de error es de tres puntos”.
NOTICIAS: ¿Cómo puede ser? Si usted hace poco le daba ocho puntos de ventaja a Kirchner...
Encuestador: Bueno, no... Ese es el número que salió publicado. La diferencia real es la que le digo.
NOTICIAS: ¿Lo de los ocho puntos entonces era mentira?
Encuestador: Llámelo como quiera. Pero entienda que yo no puedo publicar un número que afecte a mi cliente.
NOTICIAS: ¿Se da cuenta de lo que está diciendo?
Encuestador: Mire... Nos guste o no, este negocio es así. El encuestador resopla del otro lado de la línea. Duda si conviene
cortar o no. Al final, y con la condición de que no se publique su nombre, nombre, acepta contar algunos secretos de su profesión. Es uno de los tres o cuatro consultores en los que más confía Néstor Kirchner, lo visita muy seguido en la Quinta de Olivos y le
obsequia números que se bifurcan en dos: unos lo muestran al ex presidente con una amplia ventaja en las elecciones bonaerenses y saldrán en los diarios del día siguiente; los otros, que le auguran un final reñido contra su adversario Francisco de Narváez, nunca verán la luz. Kirchner simulará euforia por los primeros números, pero lo cierto es que se guiará por los
segundos.