Diego Maradona es mil veces más efectivo que centenares de punteros políticos. Vieja lección de la política que siempre ha apostado por los ganadores. Coherente debilidad populista, jamás disimulada por Néstor Kirchner. Uno de los más antiguos funcionarios de este Gobierno recuerda incluso que, en julio del 2004, el ex presidente “plantó” en la Casa de Gobierno a la entonces CEO de la tecnológica HP, la célebre Carly Fiorina, porque, en realidad, se había demorado conversando con “el” Diego. La revelación enseña que resulta infinitamente más redituable la inversión en un ídolo popular que las inversiones que planeaba por entonces la multinacional, ahora a buen resguardo en Brasil. Es la coartada casi demagógica que esgrimen los que frecuentan Olivos.
En octubre del año pasado, la primera edición del diario “Crónica” informaba, bajo el título “patean para el mismo lado”, que Maradona y Kirchner, al mejor estilo menemista, habían jugado un “pikado” –según el diario impreso– en un country de Ezeiza, propiedad del intendente Alejandro Granados. “El técnico de la selección argentina reconfirma su buena onda con los K. Ambos compartieron equipo y se divirtieron de lo lindo”, relataba la nota. Misteriosamente, en la segunda edición del diario, la información fue reemplazada. Crónica tuvo que aclarar: “Fue una información de último momento que no pudo ser chequeada”. Alocada imaginación. O calculada sobriedad.