Diez días antes de que a Néstor Kirchner lo operaran de la
carótida en la clínica Los Arcos, el subdirector de la Unidad Médica Presidencial, Marcelo
Ballesteros, se comunicó con los directivos del hospital Argerich para averiguar si la habitación
presidencial estaba en condiciones de ser usada. El llamado revela que el ex presidente
ya venía presentando algunos síntomas de inestabilidad y que el caso
podría haber sido más grave que lo que
finalmente se contó.
Pero ahora, a tres semanas de la operación, Kirchner
intenta resurgir desde su refugio en la Quinta de Olivos. Su gran aliado en estos
días de recuperación es el teléfono. Desde allí, llama a ministros, gobernadores y operadores para
dar órdenes y estar al tanto de todos los movimientos.
El regreso. Kirchner no quiere recibir visitas salvo de su círculo íntimo.
“Para que no le vean la herida. Pero está entero, no se confundan”, aclara un operador
que lo visitó por estos días en Olivos. Además, pasaron a saludarlo el secretario de Legal y
Técnica, Carlos Zaninni; el ministro de Planificación, Julio De Vido, y su amigo incondicional y ex
chofer Rudy Ulloa, quien también oficia de enfermero full time.
Con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, habla por teléfono todo
el tiempo.
Fernández se convirtió en el delivery político del ex presidente, recibe
indicaciones y quejas por los números de la economía. Con el ministro de Economía, Amado Boudou,
está enfurecido y ni siquiera lo llama por teléfono. No le perdona que haya minimizado el impacto
jurídico del decreto que creó el fondo del Bicentenario.
Boudou es motivo de discusión en el matrimonio presidencial. Cristina lo defiende,
Kirchner lo maltrata.
La nota completa, en la última edición de la Revista Noticias .
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