La presidente Cristina Fernández de Kirchner cedió y enviará al Congreso su polémica resolución que cambia el esquema de retenciones a la soja, que ha sido el origen de la portesta del campo. También invitó al diálogo a las entidades que agrupan a los productores rurales con la condición de que “no se corten más las rutas”. En tercer lugar, recordó que no firmó ningún decreto de necesidad y urgencia en los siete meses de su gobierno y se comprometió a seguir así para mejorar la calidad institucional.
Es una apertura importante para destrabar el prolongado conflicto entre el gobierno y el campo porque serán los representantes del pueblo y de las provincias, los diputados y los senadores, los encargados de debatir y llegar a un consenso sobre el esquema de las retenciones y sobre, se presume, el valor de las mismas.
Los productores agropecuarios deberían recoger el guante y debatir este tema crucial en el Congreso. Eliminada la causa principal de su reclamo, no parecen tener razón ya para seguir con el corte de rutas y de caminos, un método que, convengamos, es antidemocrático y autoritario. Los ruralistas han copiado ese método de las organizaciones afines a los Kirchner, que ahora se quejan como vestales, pero eso no cambia el carácter negativo de esos cortes ni los justifica.
Pueda ser que, si tenemos suerte y Dios sigue siendo argentino, el gobierno y el campo también acuerdo terminar con esa clase de métodos.
Tanto Néstor como Cristina dejaron en claro que las retenciones seguirán vigentes, más allá del esquema y del monto, ya que ese es el corazón del modelo económico que proponen y que, convengamos, ha sido votado por la mayoría. Al fin y al cabo, con parte de ese dinero se sostiene el dólar alto que beneficia también al campo.
*Editor del diario Perfil.