Con algunos empresarios ya subidos al avión, el Gobierno canceló anoche la visita de Cristina Fernández a Cuba por razones de salud y la postergó para el domingo 18 de enero, una semana más tarde de lo previsto. Sin embargo, el viaje a la isla ya había arrancado con complicaciones. Desde que se anunció en el entorno de la Presidenta que no tenían asegurado un mano a mano con Fidel Castro, lo que debilitaba la eventual presencia argentina en Cuba, los rumores sobre la perspectiva del viaje se ensombrecieron.
A la incertidumbre sobre el cónclave con el líder cubano se añadía el conflictivo caso de la médica cubana Hilda Molina, que ante la inminencia del viaje le insistió a Cristina para que intercediera por su “libertad”.
Por su condición de “disidente”, Molina hace 15 años que no puede salir de La Habana para ver a su único hijo que reside en Argentina. La doctora tampoco conoce a sus nietos. “Hasta hoy (por ayer) ningún funcionario argentino me ha llamado. Pero yo creo que la Presidenta va a intervenir, porque es inteligente y coherente con su defensa de los derechos humanos”, le dijo a PERFIL Molina.
Aunque algunas fuentes oficiales rechazaron la versión de plano, había anoche en el Gobierno quienes aseguraban que al cuadro de salud presidencial se había sumado como factor para cancelar el viaje la posibilidad cada vez más cercana de que se cayera la reunión con Fidel. “Ir a Cuba y no sacarse la foto con Fidel prácticamente le quitaba el sentido al viaje”, explicaron en el oficialismo. Y añadieron que con una semana más se podrían hacer todos los esfuerzos para concretar el cónclave con el líder de la revolución. Por otra parte, esos siete días le otorgarán a Cristina un respiro para decidir qué hacer con el pedido de Molina.
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