A sólo 180 días de Gobierno, seguramente pocos imaginaban que la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, pasaría por tantas dificultades para llevar adelante la gestión. Sin dudas, los conflictos continuos que atravesaron estos primeros seis meses de mandato pospusieron la "calidad institucional" prometida para el país, durante la campaña presidencial del año pasado.
Con un tropezón en la primera semana al frente del Gobierno (el revival del "valigate"), Cristina Fernández vivió tres de los seis meses sumida en una disputa con los productores agropecuarios que, pese a las treguas, amenaza con continuar. El conflicto desgastó su imagen hasta llevarla, según la consultora Poliarquía, a un 26% de aprobación.
Refugiada en su casa de El Calafate, Cristina Fernández, planeó su estrategia para enfrentar a los ruralistas. El anuncio del ahora ex ministro de Economía, Martín Lousteau, del 11 de marzo provocó la reacción conjunta de las entidades agropecuarias: no iban a aceptar el aumento de las retenciones al 44% (Kirchner las había subido de 27 a 35 un mes antes de terminar su mandato).
La protesta se transformó en un paro que tomó nuevo impulso con las alusiones de la Presidenta al porqué del anuncio y la replica a la medida de fuerza de los productores. Tras doce días de silencio, el 25 de marzo, Cristina Fernández cargó contra los ruralistas. "Es el piquete de la abundancia", disparó la jefa de Estado, quien intentaba trasladar el conflicto al terreno de lo ideológico.
Durante el acto del 1º de abril en Plaza Mayo, organizado por el aparato del Partido Justicialista, Cristina Fernández fue más allá y calificó un dibujo del caricaturista Sábat como un "mensaje cuasimafioso". De esta forma, la Presidenta acuso a los "generales multimediáticos" de comandar un golpe con la soja como excusa.
Buenos Aires bajo el humo. En medio de la puja entre Gobierno y ruralistas un nuevo actor entró en escena y se convirtió en protagonista del conflicto: el humo. El Ejecutivo de inmediato acusó a los ruralistas de provocar incendios intencionales y la misma Presidenta recorrió la zona del conflicto instando a que la Justicia actuara. La batalla también se trasladaba a la arena judicial.
Se fue el humo pero, en principio desde las sombras, la figura de Néstor Kirchner significó que la endeble tregua alcanzada se rompiera. Se habló de un “doble comando” por la constante influencia del ex presidente durante los seis meses de gestión de su esposa, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, fue acusado de contradecirse, se rechazó el intento de cualquiera que intentara oficiar de mediador entre las parte y el paro, con Cristina Fernández casi fuera de escena, volvió con más virulencia que nunca.
En medio de las críticas de la oposición, el ex mandatario asumió la presidencia del PJ pero en el acto en la cancha de Almagro le cedió el protagonismo a su esposa. Allí, Cristina Fernández invitó al "diálogo" pero, días después, el acto del 25 de mayo que los ruralistas realizaron en Rosario volvió a frenar la vuelta de las negociaciones.
De ahí en más, Cristina Fernández, que parecía retomar la iniciativa, se encolumnó detrás de las decisiones de Néstor Kirchner. El ex Presidente (quien desde la sede del PJ anunció una "lucha larga") tomó el mando del conflicto.
Plantones oficiales en reuniones pactadas, un nuevo anuncio sobre retenciones que enojó aún más a los ruralistas, la aparición de un tercero en discordia - los transportistas que reclamaron poder trabajar y que se liberen las rutas- y finalmente el levantamiento de la medida de fuerza de la mayoría de los productores respondiendo al pedido de las cuatro entidades, encuentran hoy a Cristina Fernández de Kirchner, a seis meses de la asunción, con un frente de batalla abierto que parece empañar cualquier tipo de intento por llevar adelante lo prometido en campaña.