A pesar de los asesores que la secundan desde las sombras, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no puede evitar cometer errores en sus discursos. Tal vez sea por su extrema confianza en la improvisación, ¿o será por datos mal elaborado por sus colaboradores.
Lo cierto es que Cristina no es ajena a los furcios en sus discursos, aunque son más sutiles y menos despampanantes que, por ejemplo, los recordados errores del ex presidente Carlos Menem cuando hablaba de llevar “la nave espacial a la estratosfera”, de las “obras completas de Sócrates” o “las novelas de Jorge Luis Borges”.
En el discurso de ayer en Mar del Plata, la Presidenta aseguró que el aeropuerto de la ciudad balnearia se llamará Astor Piazzolla y dijo que “ es la primera vez que un aeropuerto argentino era bautizado con el nombre de un artista y un civil”, cuando en Río Negro hay uno llamado Saint-Exupéry, creador de El Principito, y en Mendoza, Jujuy y Corrientes hay aeropuertos con nombres de civiles.
Pero ese no es, ni de lejos, el primer error que comete Cristina. El 25 de marzo, en pleno conflicto con el campo, en su discurso mencionó a la laguna La Picasa y dijo que está ubicada “entre Santa Fe y Entre Ríos”, lo que despertó burlas de los productores que saben que esa laguna se encuentra en el sudoeste santafesino y no tiene nada que ver con el territorio entrerriano.
Durante el discurso de inauguración de las sesiones ordinarias en el Congreso, la Presidenta cometió errores temporales. Hablando de la inseguridad, Cristina dijo: “Yo pensaba en el policía que, por ejemplo, detuvo en el año 2000 a quien luego resultó ser el francotirador de Belgrano; lo detuvo, cumplió con su deber y un juez a los cuatro meses lo sobreseyó".
Ese hecho no sucedió en 2000 como dijo la mandataria si no en 2001, cuando el tirador de Belgrano, Martín Ríos, fue detenido por dos agentes y sobreseído en una causa por tenencia de armas bastante antes de que pasen cuatro meses.
¿Será hora de que Cristina cambie a sus asesores?