Se vivió como una fiesta. La fiesta de los trabajadores. Y si bien se pudo interpretar como un acto político en el que el líder de la CGT llamó a votar por el Gobierno el 28 de junio, lo concreto es que Moyano disfrutó de su plaza, o, mejor dicho, su avenida, repleta de trabajadores, como alguna vez lo hizo Evita, en el lugar donde ella pronunció su histórico renunciamiento. Además, el camionero consiguió algo que todos los trabajadores le agredecieron: un feriado antes del feriado en el que pudieron cantar, reunirse y vivar a su líder.
Desde temprano, los alrededores del monumental escenario de la CGT, cuyo logo se veía desde el cielo, comenzaron a poblarse de manifestantes, en su mayoría con pecheras y remeras verdes, del sindicato de camioneros de Moyano, y amarillas y negras, del gremio de los taxistas, de Omar Viviani, mano derecha del titular de la Confederación General del Trabajo. "Venimos a agradecerle al compañero Hugo", coincidían la mayoría de los presentes, que bailaban al ritmo de los bombos, redoblantes, trompetas, algún que otro saxofón y las infaltables bocinas de camión.
El calor era intenso y el buen clima acompañó. "Es un día peronista", bromeaba un hombre del sindicato de repartidores de gaseosas. "Peronista y moyanista", retrucó otro. En el llano, un solo rostro se repetía acompañando a los históricos Perón y Evita: Hugo Moyano. El hombre del camión, convertido en símbolo de los trabajadores, adornaba remeras de todo tipo (con stencils, pintadas a mano, etc).
El líder de la CGT llegó caminando, pero hipercustodiado por hombres de seguridad, la primera plana de la organización gremial y algún que otro colado. Evadió las cámaras, subió al escenario y dio un discurso cargado de emoción en el que recordó a Evita. "Yo renunció a los honores, no a la lucha. Mi puesto de batalla es el trabajo", citó Moyano a la abanderada de los humildes y agregó: "Y el puesto de batalla de cada uno de ustedes también es el trabajo, compañeros".
Los aplausos de las casi cien mil almas fueron ensordecedores, una demostración del poder del camionero; un poder que dificilmente pueda ser desoído en Olivos a la hora de armar las listas.