Tal como ocurre desde 2003, el gobierno nacional dejó en el Congreso un Presupuesto 2010 muy poco creíble y se metió de lleno en los preparativos del viaje a la cumbre del G-20 que se desarrollará en Pittsburgh, y que constituye el verdadero problema que desvela a la Administración Kirchner.
Lo que debiera ser un punto de referencia para la economía nacional, no es más que una letra muerta. El Presupuesto pasó a ser durante la regencia Kirchner un mero cuadro decorativo que en ningún momento expresó la real situación de la economía doméstica.
La vigencia de la Emergencia Económica, los Superpoderes, las facultades delegadas, los DNU, más las habituales confiscaciones de ahorro privado e impuestos extraordinarios, se encargaron de convertir al presupuesto, en una pieza de museo.
Aunque las señales que llegan desde el G-20 son aun muy confusas, para la Argentina son suficientes. Acceder a los mercados financieros internacionales se ha convertido en una prioridad a partir de la endeble situación fiscal.
La cumbre del G-20 más la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) pueden constituirse en la llave que abra la puerta del cielo o el infierno. Todo depende del camino que tome la administración Kirchner.
Por lo pronto, el clima es más que propicio para que Kirchner y Boudou mantengan un comportamiento civilizado durante las dos reuniones de Pittsburgh y de Estambul y no cometan torpezas diplomáticas de las que luego se tengan que arrepentir.
Si bien no hay viento de cola, los mercados están jugando a su favor. El rally de los bonos domésticos en la perspectiva de un sinceramiento de la inflación no sólo descomprimió las necesidades de caja sino que también disparó una mejora en el valor de muchas empresas que tenían un bajo valor de mercado y llevó al MERVAL por encima de los 2.000 puntos.
Esta vez los mercados no reflejan la debilidad de las cuentas públicas ni la caida sistemática del nivel de actividad económica. Hoy los mercados van por las compras de oportunidad, agregando más confusión al ambiente económico.
Si se observa la caída en los rendimientos de los bonos de la deuda y la suba de las acciones, se tendrá la idea de un perfil de economía en franco despegue y crecimiento, pero a poco que se ahonde en la realidad económica, la situación es bien distinta.
Sin crecimiento en 2009, sin saldos exportables en las cosechas de trigo y maíz, con caída en los rodeos, con necesidad de importar energía, sin financiamiento y con empresas amenazadas por la intervención estatal, las perspectivas para 2010 han tornado en más que preocupantes.
Los problemas socioeconómicos se han agravado y la violencia marcha a la zaga de ellos. En una mirada hacia adelante, nadie piensa en un auge económico. Por el contrario, los dueños del modelo ahora apuntan a cerrar la economía aun más tratando de asegurarse su manejo absoluto. Bajo la excusa de proteger el mercado interno, la administración Kirchner busca proteger a algunos sectores afines entregándole el control absoluto del mercado interno. Como si encerraran a la población en la jaula del león y arrojaran la llave lejos. Así están los consumidores argentinos, a merced de las fieras.
Este proceso de cierre económico derivó en un agudo proceso de concentración económica, disparó una indómita inflación que no puede bajar de los dos dígitos y cuyo único sector perjudicado fue el consumidor. Mientras en el resto de Sudamérica, la inversión extranjera se triplicó, en la Argentina se estancó y ya ni siquiera alcanza la reposición de capital.
La creación de un ambiente proclive al desarrollo de los negocios llevó a Brasil y a las empresas de ese país a liderar los procesos de compras transnacionales. En la Argentina, bajo la administración de los Kirchner son más las empresas que han migrado hacia otros países que aquellas que llegaron. Esto trajo aparejado un severo impacto en los niveles de empleo formal con miles de despidos.
Para colmo comienzan a verse las fisuras del modelo, aquellas que se encontraban ocultas por el viento de cola. Las provincias muestran la otra cara del modelo: el despilfarro. El impuestazo que lleva adelante el gobernador Scioli es la prueba más palpable de una administración dispendiosa y que traslada los costos hacia la población con nuevos impuestos, perjudicando a toda la actividad económica.
Con la administración Kirchner ensimismada en sus propios proyectos, con las empresas mirando hacia otro lado y con consumidores, rehenes de algunos amigos del poder, las perspectivas no son muy halagüeñas.
(*) Agencia DYN