Desde que asumió la presidencia, CFK se esmera en repetir que el cambio que ella encarna es la construcción de un “relato distinto sobre nosotros mismos”. Resulta inevitable apelar a San Agustín, re-leído por Hanna Arendt en su tesis de 1928, El concepto del amor en San Agustín. Digo, como para recordar alguna que otra idea “sustentable”, de “país en serio”, términos éstos que también le gustan al proyecto K. Y alejar así un poquitín el fantasma de la frivolidad.
La vida es un relato y un conflicto, dice Arendt cuando lee el pensamiento agustiniano. En esta idea está el concepto de contradicción permanente,-un juego dialéctico existencial- que caracterizará al hombre moderno. El sujeto se interroga a sí mismo, en busca de la verdad, y escucha, pregunta al Otro en esa misma búsqueda.
Al hablar alegremente del “cambio de relato, de nosotros mismos”, “del país, del punto de inflexión que este “nuevo relato” (¿?) marca para los argentinos, lo primero que tendría que hacer- quizás- CFK, sería incluir otros relatos diversos dentro del que formula como “punto de inflexión” para llevar adelante “la re-ingeniería del país”.Se trata, simplemente, de sumar a un universo único, la idea del Otro. O de los otros, que se interrogan e interrogan al Gobierno sobre infinitos temas, entre tantos, el del campo. Y se oponen, probablemente, para que este “nuevo relato” cobre sentido profundo. No hay necesidad de estar metido en ningún complot golpista para darse cuenta de esto. Aquí no se trata de “Bergoglio o Carrió”, como acusa “el proyecto”, a quienes piensan diferente.
No vendría mal de vez en cuando, re-leer a San Angustín, el de las Confesiones, el primer hombre que nos lanzó a la modernidad para entender algunas cuestiones bastante más complejas. Bien lejos de la adicción al reflejo especular de la imagen y del apego a las modas discursivas unilaterales..
