¿Que yo soy gorila? Pero a quién se le ocurre. ¿Quién osa desmentir a Perón, quién (y el Viejo sabía) lo desestimó en carta personal que, encuadrada, luce histórica en pared de mi casa? El Viejo sabía algo más: que yo no era (ni lo quiero ser) peronista. ¿Existe en este brumoso país alguna vía del medio? Sí. Por ahora no mayor que la Cortada Carabelas. Pero existe y no deja de crecer. Va de la Avenida de los Prepotentes a la Avenida de los Nabos. Estas dos, bien se sufre, cruzan (nos mantienen en cruz) desde La Quiaca a Lapataia y de Mendoza a Martín García. Que Perón valorara (sic) que yo no fuese "ni gorila ni peronista" lo recordé estos días al remover Guillermo Martínez el avispero opinando que "Ha surgido un nuevo gorilismo en la era de los K, que consiste en rechazar todo lo que hace este gobierno por considerarlo contaminado y sospechoso".
Y sí, seguro que lo hay. De uno lado y del otro. Y que el odio a los Kirchner es "irracional" afirmó también. Así es. Lo hay. Igual de "irracional" como el odio contra quienes discrepan con los Kirchner. Ambos extremos son penosos pero no peligrosos. Son "gorilajes" de poca monta. No alcanzarán (es mi pálpito) al 10 por ciento del país. Como novelista (y bueno) Martínez sabe que no es responsable echar palabras fósforo donde hay olor a gas. "Gorila" ingresó casi naíve en la política local. Zavala Ortiz (un "petitero": habitué del Café Petit) aprovechó la popularidad del son "Deben ser los gorilas, deben ser" para usarlo de boomerang crítico durante el primer peronismo. Pero en 1955, al alfombrar de muertos la plaza de Mayo, el almirante Rojas y sus bárbaros ensangrentaron el vocablo hasta convertirlo en sinónimo de "genocida". Esta acepción criminal sigue intacta y no debe ser usada contra la muy diversa calidad de opositores al actual gobierno.
Aunque en 2010 Unos y Otros se disparan frases ásperas, no existe ni gorilismo ni antigorilismo en el sentido histórico. Sí, en cambio (y por ambos lados) un infantilismo político que nos averguenza aquí y también en el mundo. Exagera Martinez al apuntar que la clase media es "muy ostentosa" y "solo se solidariza con las clases más bajas (sic) caundo le va muy mal". Si de algún sector se insiste en criticar a los Kirchner por la exclusión y la desgracia social de 12 millones de pobres y 4 millones de indigentes, es de la clase media. A los "gorilas" (en extinción) jamás les hubiera sensibilizado ni ésta ni cualquier situación desdichada de un semejante. Aquí lo que hay, en proporción que arrojó la elección del 28 de junio, es fuerte rechazo a concretos actos contra la ley y a los ofensivos modos de personalizasr el poder. Por eso, "tenga mano tallador". Soy de clase media pero no odio. Apruebo y discrepo. Y per il dubbio, van detalles. Estoy a favor (con matices) con lo actuado en política antigenocida, Corte Suprema, PAMI, Ley de Medios, AFJP, Conicet, Ingreso ciudadano (que no universal) a la niñez. Pero no me banco el ninguneo a la exclusión, el patoterismo oficial, la corrupción, el Indec, el clientelismo, el Consejo de la Magistratura, la falta de reforma tributaria para que paguen más los que más tienen y ganan, la no eliminación del IVA a lo básico de una canasta humilde. Lo cual, mi temerario Martinez, ni es irracional ni gorila. Es el camino del medio. Ese que hasta Perón respetaba.
* Especial para Perfil.com