Primer acto: Moyano vestido de guerrillero, mameluco camuflado, fusil al hombro, borceguíes, barba, el pelo largo, con una boina con una estrella, puño izquierdo en alto y gritando: “¡Viva la revolución socialista!”. Segundo acto: Hugo Moyano vestido de Tío Sam, golpeando la puerta de los cuarteles y de la Embajada Norteamericana, y llamado a destituir a la Presidenta para instalar en su lugar a una junta de Gobierno integrada por Darth Vadder, Lord Voldemort y Gatúbela, bajo el lema “todo el poder a los camioneros”. ¿Cómo se llama la obra? “Donde Hugo amor, cenizas quedan”.
No, perdón, es malísimo. Sí, un chiste muy malo. No debería haberlo intentado. ¿Para qué? Si hay ya suficientes humoristas, demasiados contadores de chistes (y de relatos) desopilantes como para que yo venga ahora a hacerme el gracioso. Primer chiste: la página 3 de Clarín de ayer. Se ve a Moyano, mitad de cara tomada desde abajo, los ojos del camionero mirando hacia el horizonte como si se tratara del mismísimo Che Guevara retratado por Korda e inmortalizado en pósters, remeras, banderas y marchandising de todo tipo. Ja, es buenísimo.
Desopilante. Casi tan desopilante como ver la tapa de Tiempo Argentino de ayer, con su desopilante título: “Con un escaso respaldo, Moyano lanzó un paro nacional de Camioneros”. ¿Qué significa “con un escaso respaldo”? Y, que los “gordos” no apoyan la iniciativa de Moyano. También podría decirse que la decisión de Moyano no fue refrendada en asambleas sindicales de base pero, ¿fue consensuada en asambleas sindicales de base el apoyo incondicional de Moyano al gobierno nacional hasta hace no mucho? Ja, re gracioso.
Siga leyendo esta columna en la edición impresa de Diario PERFIL