En medio de denuncias por el supuesto financiamiento de las campañas políticas a través de empresarios del juego, el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva cerró por decreto en 2004 todas las salas de juegos en “todas las modalidades de bingo y máquinas electrónicas”. Cerca de 1.100 bingos en todo Brasil que funcionaban desde 1993 debieron cerrar sus puertas de un momento a otro a partir de la decisión presidencial. Con los casinos prohibidos desde 1946 y las loterías en poder del Estado, la proliferación de juegos de azar ilegales había propiciado el surgimiento de poderosas mafias, en muchos casos conocidas como patrocinadoras de populares clubes de fútbol y también de reconocidas comparsas de carnaval. La decisión de Lula fue festejada por las más conocidas firmas del periodismo local. El negocio del juego en Brasil movía unos 2 mil millones de dólares al año.