El conflicto agropecuario se ha transformado en el más largo de su historia. Pero la historia del conflicto es lo que resulta más preocupante. Entre las peores cosas que se pueden hacer con la historia está negarla, desvirtuarla o desconocerla. El gobierno K las hizo todas juntas desde su inicio.
“Oligarcas terratenientes” les dijo primero Néstor Kirchner, el “insensibles” llegó después. En suma, le mojó la oreja repetidamente a un sector que, por naturaleza, es manso.
El campo también es responsable, nunca le encontró la vuelta a comunicarse con el resto de los argentinos. Y no pudo cambiar las viejas imágenes que éste y otros Gobiernos utilizan demagógicamente.
Esa incomunicación llevó a que muchos consumidores por primera vez le conocieran las caras a sus proveedores de alimentos. Y se encontraron con que los “oligarcas” modernos no son más que gringos con la gorra marcada en la frente. Y que los “insensibles” de hoy se preocupaban por los efectos que tiene sobre sus pueblos el constante cambio de las reglas de juego que hace inmanejable la economía de sus establecimientos.
Mañana se cierra una nueva etapa del conflicto, el paro de ocho días. En algún punto y algún día el campo y el Gobierno se encontrarán, pero el gran desafío viene después de resolver la salida al episodio que generó el nuevo incremento de las retenciones a las exportaciones.Las definiciones importantes serán las que se den cuando se sienten a resolver problemas estructurales, como las falencias en el sistema de comercialización de carnes (que atentan tanto contra la exportación como sobre el precio que pagan los argentinos), la definición de quién es un pequeño productor, consensuar una ley de arrendamientos que se corresponda con modelos de producción económica y ambientalmente sustentables. Esos temas, entre muchos otros, serán los que hagan historia.
*Director de la revista Supercampo .