En diciembre de 1977, el recientemente fallecido exgeneral y dictador Reynaldo Bignone recibía a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quien le reclamaba que le devolvieran con vida a su hija embarazada de tres meses. La respuesta no sólo fue negativa, sino que incluyó frases como "hay que hacerlo", en alusión al asesinato de la joven militante de la Juventud Peronista.
Lo peor fue cinco días después, cuando le devolvieron el cuerpo a la familia Carlotto de Laura, la hija de Estela. "Fue para mostrar eso del honor", narró la titular de Abuelas en una entrevista con La Nación en 2006. En 2014, poco antes de encontrar a su nieto Guido, Estela recordó la reunión con el entonces secretario de la Junta Militar y último presidente de la dictadura más sangrienta.
“Él ya era secretario de la Junta Militar. Antes de verlo, me sometieron a terribles controles de seguridad. Me recibió en su despacho, a solas, con un arma sobre el escritorio, como ridícula ostentación de fuerza”. Carlotto, quien conocía a Bignone, afirmó en el juicio de La Cacha que el día en que la recibió "enseguida noté que ese hombre era otra persona, muy distinta a la que había conocido en Castelar. Era algo así como un loco suelto”.
“Le conté mi drama. Reaccionó descontroladamente”, continuó Carlotto ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 1 de La Plata. Luego, contó que Bignone le preguntó "señora, ¿en qué andaba su hija?”. “Fíjese, les hemos dicho que se entreguen voluntariamente y que les reducimos la pena y los ponemos, en esos casos, en cárceles especiales, que existen realmente. Yo le doy fe que existen… Pero no, no hay caso… Siguen y siguen”, le advirtió Bignone.
Tras la reunión, la presidenta del organismo de Derechos Humanos se fue sabiendo que lo peor podía pasar: “Yo le planteé que sólo le pedía que no me la mataran, que la pasaran a disposición del Poder Ejecutivo, que si había hecho algo… yo la iba a esperar, pero no me dio muchas esperanzas”.
En aquel encuentro de fines de 1977 con Carlotto, Bignone aludió a las diferencias entre las Fuerza Armadas argentinas y la persecución a los tupamaros uruguayos: “Nosotros no queremos que pase eso. Y entonces, ‘hay que hacerlo’”. Allí Carlotto tomó conciencia de que no volvería a ver a Laura. “Al decir ‘hay que hacerlo’ estaba diciendo una sola cosa: matarlos. Bueno, ahí me agarró la desesperación, cuando caí en la cuenta de las perspectivas reales que tenía Laurita por delante”, recordó la abuela de Ignacio Guido Montoya Carlotto.
"Esa conversación, más la experiencia vivida por mi marido -que veía cómo los mataban prácticamente al día siguiente del secuestro- me convencieron de que mi hija ya estaba muerta. Entonces le dije… 'Si ya la mataron, lo que quiero es que me devuelvan el cuerpo, porque quiero enterrarla cristianamente, para no volverme loca buscando en las tumbas NN”, relató Carlotto en el juicio de la Cacha. La respuesta de Bignone fue "deme más datos, cómo le decían, qué apodo de guerra tenía”. “Esa es la prueba evidente de que los mandos tenían toda la represión bajo su control… Salí de esa entrevista derrotada. Pero no lloré delante de Bignone, para nada. Ni le rogué, tampoco. Simplemente fui a pedir, con toda dignidad, por la vida de mi hija”.