En la Argentina, una elección de medio término suele definir el futuro de un gobierno. Les pasó al menemismo en 1997, a Fernando de la Rúa en 2001, y le puede ocurrir hoy al kirchnerismo. Lo primero que el Gobierno pone en juego es su capacidad de influir en la futura transición presidencial.
Ya perdió, antes de ir a las urnas, la batalla por una nueva reelección de Cristina Kirchner, porque el resultado previsto por las encuestas, porcentaje más o menos, no le alcanza al kirchnerismo para obtener la mayoría absoluta necesaria en el Congreso para avanzar con una reforma constitucional. Además, porque la mayoría de la sociedad se muestra opuesta a la “eternización” de una figura en el poder. Aunque pudiera aprobar la reforma en Diputados y Senadores, luego debería lograr la bendición de la opinión pública en una elección constituyente.
“Cristina cometió un error estratégico. Debió haber planteado explícitamente que no quería ser reelecta”, analizó ayer un encumbrado diputado del oficialismo.
Una victoria de Massa, que puede ser más holgada en octubre por el efecto del “voto útil”, pone en juego la capacidad de Cristina Kirchner de hacer en 2015 lo que hizo Lula en Brasil hace tres años: designar a un candidato de su riñón para que su espacio político lo apoye sin condiciones.
Para esta elección, la jefa de Estado le dio un rol preponderante al gobernador Daniel Scioli, varias veces fustigado por el propio kirchnerismo. Una derrota oficial por un margen estrecho pone en la grilla de presidenciables a Scioli, responsable en buena medida de la remontada en las encuestas de Martín Insaurralde. Hay que ver si CFK digiere que el gobernador encarne la continuidad de su proyecto. Pero está claro que el protagonismo del mandatario provincial y del intendente de Tigre en esta contienda demuestra que se impone a futuro un “peronismo light”, con un discurso más de centro, por encima de la radicalización que propone el kirchnerismo.
En la Casa Rosada abren el paraguas y dicen que en esta elección, sea cual fuere el resultado, “no se define nada”. “En 2009, De Narváez les ganó a Néstor Kirchner, Scioli y Massa juntos y en 2011 Cristina sacó el 54% de los votos”, analizó un funcionario nacional en diálogo con PERFIL. El futuro dirá si es realidad o ilusión.
Cristina regresará a la Capital para seguir los resultados
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegó el viernes a Río Gallegos, donde pasará las últimas horas antes de ir a votar al Colegio Nuestra Señora de Fátima, para después subirse al Tango 01 y retornar a Buenos Aires para esperar los resultados de las Primarias y acompañar a los candidatos del Frente Para la Victoria (FPV).
Desde la salida misma del aeropuerto internacional de la capital santacruceña, la mandataria nacional palpitó la interna en el pago chico. A ambos lados de la autovía 17 de Octubre, construida por Austral Construcciones, se despliegan los carteles de los candidatos del FPV intercalados por los postulantes del gobernador peronista Daniel Peralta, enfrentado a la Casa Rosada. Peralta apoya tres listas justicialistas. El FPV va con lista única, por pedido de Máximo Kirchner: el diputado provincial Mauricio Gómez Bull. Aunque sólo se dirimen candidatos a octubre y el radical Eduardo Costa aparece como el favorito, ambos sectores en pugna saben que, de imponerse las listas de Peralta sobre las del FPV, le darán aire a su gestión siempre amenazada desde la pelea con Nación.