Cristina Kirchner lleva más de un mes sin hablar en público. Su ausencia genera vacío en un país acostumbrado a un intenso protagonismo presidencial. Ministros y funcionarios insisten, para disipar dudas y rumores, en que ella está detrás de las principales decisiones. En efecto tuvo varias audiencias en la Casa Rosada. Pero en el Gobierno también reconocen la preocupación creciente por los efectos que la ausencia genera en el liderazgo del propio kirchnerismo en un año con dificultades económicas y frente a la aceleración de la carrera por la sucesión.
Ayer ingresó a la sede gubernamental pasadas las 17.30, y se reunió con el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, con la ministra de Industria, Débora Giorgi, con el titular del Banco Central, Juan Cárlos Fábrega, con el jefe de la ANSES, Diego Bossio, con el diputado camporista Andrés “el Cuervo” Larroque y el ministro de Economía, Axel Kiciloff. La agenda exhibe sus prioridades.
Dos funcionarios que la vieron en las últimas dos semanas dijeron que está muy preocupada por la escalada del dólar blue y por la caída de las reservas del Banco Central. Pero que se la notó alejada de los detalles cotidianos de la gestión. La economía y los conflictos sociales son las dos obsesiones que hoy tiene la Presidenta. Y eso explica cómo cambió su círculo íntimo. Además de Kicillof y el secretario de Seguridad, Sergio Berni, la jefa de Estado recibe con frecuencia a su jefe de Gabinete, Jorge Capitanich (que suele meter mano en la economía) y a su secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, influyente hombre del kirchnerismo desde el origen de ese espacio político. Al resto de los miembros del gabinete los contacta por teléfono.
Sin embargo, ninguno de los miembros del gabinete puede explicar a ciencia cierta por qué el último discurso oficial de la jefa de Estado fue el 10 de diciembre, en el homenaje por los treinta años de recuperación de la democracia. Sobre todo, en una presidenta que antaño era adicta al atril y a las cadenas nacionales.
Su ausencia disparó los rumores más disparatados: desde que se desmayó en el Otamendi cuando vio a su madre, hasta que pedirá licencia el 15 de marzo para tratarse en el exterior su estado de salud.
Además, hay quienes afirman que está cansada, que quedó muy asustada luego de la operación de octubre, cuando le drenaron un hematoma craneal, y que prefiere evitar las situaciones de estrés estando más distante que lo normal de las funciones cotidianas.
“Quiere terminar su mandato y quiere irse a su casa”, confió un funcionario a PERFIL.
La fecha clave. El misterio sobre su estado de salud se disipará, inevitablemente, el 1º de marzo. Ese día deberá inaugurar las sesiones ordinarias en el Congreso. En los últimos siete años acostumbró dar discursos de varias horas.
Esta vez apostará a los temas que podrían considerarse el “legado” del kirchnerismo, como los derechos humanos, la transformación de los ferrocarriles y el reclamo por la soberanía de las islas Malvinas. No se ocupará, entonces, de la coyuntura, como los acuerdos de precios.
El vacío que genera la Presidenta va acompañado de una sensación de fin de ciclo. Y dio espacio para que los opositores más acérrimos se envalentonaran y agitaran el fantasma de un final anticipado. Los más moderados –e incluso algunos de la tropa oficial– dan cuenta de este fin de ciclo y no quieren terminar sus carreras junto al kirchnerismo. Para sobrevivir, el peronismo y el sindicalismo mueven sus fichas. Hugo Moyano y Luis Barrionuevo convocaron a una cumbre para este lunes en Mar del Plata, donde presentarán un documento muy crítico hacia el Gobierno. Invitaron a los presidenciables Sergio Massa, Daniel Scioli y José Manuel de la Sota. Ninguno confirmó su presencia. Acaso en los movimientos de Scioli se nota el debilitamiento del oficialismo. Ya sin pruritos, él y su entorno proclaman a los cuatro vientos que quiere ser presidente y no ocultan que mantienen diálogo con el massismo o la CGT opositora, algo que en otro momento hubiera sido considerado una herejía para el kirchnerismo. Y hubiera generado reprimendas.
Hay otras señales de la caída. Ahora muchos kirchneristas se anotan para suceder a Cristina. Y lo hacen sin el menor temor de que baje una sanción desde la Casa Rosada. Hay quienes creen que tienen el aval de CFK.
También están los que apuestan a la Gobernación. En el pelotón de los presidenciables aparecen, además de Capitanich y Scioli, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el gobernador entrerriano, Sergio Urribarri. Hasta Fernando Espinoza, intendente de La Matanza, se anotó para la Gobernación. Igual que el diputado Martín Insaurralde. “El año es muy corto, empieza en marzo. Los que no están anotados para esa fecha están afuera y lo saben”, dijo a PERFIL un funcionario kirchnerista.
El vacío de Cristina Kirchner también genera una crisis de liderazgo dentro del kirchnerismo. Las contradicciones entre los miembros del gabinete son un ejemplo. Quizás por eso CFK ordenó a Capitanich que reduzca su exposición.
Poco después de las 21, la jefa de Estado se retiró de la Casa Rosada y emprendió rumbo al sanatorio Otamendi, donde se encuentra internada su madre.