No le agradaba el ladrillo a la vista. Al punto que los albañiles se tomaron todo el tiempo necesario, que fueron muchos meses, para dejarla hecha una pinturita, por dentro y por fuera: ahora luce blanca y radiante. Nadie podría imaginar que semejante casa pertenece a una persona que desde hace años es funcionario público, de ingresos moderados. O no tanto.
Jorge Edmundo Coscia es todo un personaje, pero de la vida real. Director de películas poco rescatadas por la crítica y el público, como Mirtha, de Liniers a Estambul y Luca Vive, fue durante cuatro años el encargado de llevar los destinos del poderoso Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Visuales (INCAA). ¿De dónde viene tamaño poder? Del vil dinero: nadie puede filmar en la Argentina sin los créditos o subsidios del Instituto.
El INCAA depende formalmente de la Secretaría de Cultura de la Nación. Fue el entonces secretario de Cultura de Eduardo Duhalde, el actor Rubén Stella, el que en marzo de 2002 ungió a Coscia. Ese mismo año, el Instituto conseguía autarquía administrativa y financiera. En buen criollo: comenzaba a manejar su propio presupuesto. Y Coscia lo manejó muy bien, al punto que sobrevivió a Stella y a Duhalde para abrazar el kirchnerismo.
Los fondos de los que dispuso mantuvieron una tendencia al alza. Primero, fueron unos tímidos $ 40 millones. Que después pasaron a ser 50. Que después pasaron a ser 65. Y terminaron siendo $ 86 millones en 2005.
La prepotencia económica del INCAA acalló casi cualquier desliz crítico hacia la gestión Coscia. Como lo admitió a este diario su antecesor en el gobierno de Raúl Alfonsín, el también director cinematográfico Manuel Antín, “uno debe cuidarse de hacer declaraciones negativas. No sólo por la importancia del Instituto, sino porque definitivamente no es un ambiente donde uno pueda hacerlas”. Está grabado.
Bajo estricto off the record, directores, productores, artistas y ex funcionarios confirmaron a PERFIL la existencia de mecanismos poco transparentes para obtener créditos y subsidios en la era Coscia.
En todo caso, los cuestionamientos no son sólo informales. En varias oportunidades los dos principales organismos públicos de control, la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) y la Auditoría General de la Nación (AGN), hicieron llegar al INCAA duras observaciones sobre el desmanejo presupuestario. La SIGEN hasta llegó a advertir que “la calidad de los controles existentes evidencia altas probabilidades de ocurrencia de desvíos, errores o irregularidades”. Hay más. La Justicia Federal investiga una denuncia sobre el funcionamiento del Consejo Asesor del Instituto en la era Coscia. Y la Oficina Anticorrupción puso la mira en los desproporcionados viáticos que se generaron en los continuos viajes solventados por el INCAA dentro y fuera del país.
Tiempo de valientes. Las objeciones no hicieron mella en la carrera de Coscia. Todo lo contrario. En agradecimiento por los servicios prestados (se supone que en relación a la eficiencia de la gestión), su amigo y protector político Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, lo hizo ingresar en el tercer lugar de la lista de diputados que en la Ciudad de Buenos Aires encabezó Rafael Bielsa, por el oficialista Frente para la Victoria.
Elegido por los porteños (aunque su agrupación salió tercera), Coscia dejó el Instituto para asumir como diputado nacional en diciembre de 2005. Por lo expuesto, queda claro cuánto aumentó el capital político del ex director de cine durante su paso por el INCAA. ¿Eso se habrá reflejado en su capital patrimonial? Veamos.
Antes de su arribo al Instituto, la carrera laboral de Coscia estuvo siempre vinculada al empleo público. De acuerdo a los archivos de la ANSeS, el hombre que en agosto cumplirá 55 años tuvo como empleadores al Centro Cultural San Martín (1994) y la Universidad Nacional de La Plata (1995-1996). Y en su primera declaración jurada ante la Oficina Anticorrupción, presentada en su ingreso al INCAA en 2002 pero correspondiente al año 2001, Coscia detalló que se desempeñó como “asesor” en la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, entre julio de 2000 y marzo de 2002.
Justamente en esa declaración jurada inaugural, Jorge Edmundo Coscia señala que es divorciado y que no tiene bienes: ni auto, ni casa, ni dinero ahorrado. Detalla que cobra $ 2.000 pesos mensuales. Netos. No hay cambios en las declaraciones de 2002 y 2003, salvo un aumento salarial: pasó a ganar $ 2.400 y luego $ 3.100 por mes.
Ejemplo de administrador perseverante, en 2004 consiguió duplicar su sueldo: $ 6.300. Envalentonado, comenzó a pagar las cuotas por un auto importado (un Volkswagen Santana), compró una 4x4 y declaró $ 40.000 en dinero en efectivo. Y en su último año en el INCAA, tiró la casa por la ventana: incorporó un Chevrolet Vectra y un terreno en Pinamar. Ya no aparecen los 40.000 en cash, surge una deuda bancaria por 10.000 y, encima, declara que le bajaron el salario: de $ 6.300 pasó a $ 5.500. Un verdadero mago de las finanzas. Pero su truco principal está por venir. Y que siga la función.
El arreglo. Colegiales es uno de los barrios porteños que apuntalan el boom inmobiliario de la Ciudad. Aunque no iguala a sus vecinos Palermo y Belgrano, también cotiza en suba. En un territorio donde todavía los edificios son minoría, conviven desde productoras de contenidos mediáticos (Pol-Ka, Ideas del Sur, Pensado para Televisión, Disney Channel, Cie & Rock and Pop, Grupo Q) hasta figuras de la TV (como el matrimonio Duplá-Echarri y Florencia Peña).
Es en ese sigiloso barrio top donde el ex presidente del INCAA puso la mira. Y algo más. A fines de 2005, adquirió una amplia casona en la esquina de Capitán Ramón Freire y Teodoro García, en el corazón de Colegiales, a apenas una cuadra de la avenida Federico Lacroze.
Coscia debió verse tentado por el aviso: 270 metros cuadrados, tres plantas, más de 5 ambientes, dormitorio en suite, vestidor, comedor diario, quincho en la terraza. Fuentes vinculadas a la operación revelaron que Coscia habría pagado unos $ 500.000 contantes y sonantes. Sin embargo, expertos en el mercado de propiedades estimaron en no menos de $ 1,5 millón el valor del inmueble de Freire 802.
Ninguno de estos valores se acerca ni por asomo al monto declarado en la escritura presentada ante el Registro de la Propiedad Inmueble: $ 195.000 ¿Estarán viendo esta película los sabuesos de la AFIP?
No hay dudas de que Coscia logra hacer maravillas con el dinero. Aunque a veces tenga que recurrir a ciertos pases mágicos algo gastados y previsibles. Según consta en el Registro de la Propiedad, la casa en cuestión está a nombre de Paula Constanza de Luque, la mujer de Coscia, con quien tiene una hija de diez años.
Se podría especular con que la capitalista de la pareja es Paula Constanza (que cumplió 41 años), pero no parece. Ante la AFIP está inscripta en dos actividades. En 1999 lo hizo en el rubro “composición y representación de obras teatrales, musicales y artísticas”. Y en 2006, en “servicios auxiliares para la Administración Pública”. Casualmente, en el mismo momento que los Coscia compraban la casa de Colegiales, Paula Constanza creaba Emprendimientos DyP S.A., una empresa que declara dedicarse a la “construcción de obras públicas o privadas, civiles o industriales, viviendas, remodelación, refacción…”, etc., etc., etc., según consta en el Boletín Oficial del 27 de diciembre de 2005.
Qué coincidencia. Durante unos nueve meses a lo largo de 2006 (todo un parto), la casona de Coscia fue sometida a incesantes reformas internas y externas. Las más visibles pasaron por los cambios del ladrillo a la vista, que revestía metros y metros cuadrados del frente, por un fino revoque alisado. También reemplazaron la vereda de pequeños adoquines por coquetos baldosones. Tras el trabajo sucio, llegaron los detalles, como el plastificado del piso de pinotea de la planta baja.
Peligrosa obsesión. En su actividad como legislador no deslumbra. Preside la Comisión de Cultura y es vocal en las de Comunicaciones e Informática, Libertad de Expresión y Recursos Naturales. Lo de él, está visto y probado, pasa más por la gestión. Igual se las arregló para presentar un par de proyectos de declaración y algún que otro de ley.
La iniciativa que respaldó y más satisfacciones le produjo fue el anuncio de la reglamentación de la ley de Intérpretes, en diciembre último. Rodeado de actrices y actores reconocidísimos, en el acto oficial Coscia se dio el gusto de sentarse en la cabecera de la amplia mesa a la derecha de sus verdaderos ídolos: Alberto Fernández, Cristina Kirchner y José Pepe Albistur. Una mise en scène kirchnerista inolvidable.
Su mandato finaliza en 2009. Soldado de la causa K y “albertista” hasta que sea necesario (como buen peronista), Coscia respalda la candidatura de Daniel Filmus a jefe de Gobierno porteño.
Como en campaña electoral el trabajo en el Congreso mengua hasta niveles que están por debajo de la línea de flotación, el ex presidente del INCAA disfruta estos días del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la principal vidriera pública del Instituto. Una vidriera en la que Coscia hizo su aporte, a caballo de una billetera opulenta, discrecional y sin control. ¿Cómo será el final de esta película?