POLITICA

El pastor (la prensa) y el lobo (el mercado)

El ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, uno de los interlocutores entre el Gobierno y los sindicatos más 'pesados'.
| Cedoc

"Esto no es volar,
es caer con estilo"*

Ayer se cumplieron dos semanas desde que el Gobierno decidiera comenzar a limitar la venta de dólares. Fue el viernes 22 de octubre cuando, con la excusa de cumplir con las normas antilavado surgidas de los acuerdos internacionales del GAFI (era el último día hábil antes de las elecciones), llegaron a las casas de cambio los primeros inspectores de la Unidad de Investigación Financiera, UIF, acompañados por la Gendarmería. Tras las elecciones, hubo otras cinco medidas específicas de política cambiaria que desembocaron en la Resolución 3.210 de Economía por la cual toda compra de dólares debía ser autorizada por la AFIP, más el anuncio de De Vido y Boudou (llamativamente en ese orden de jerarquía enunciativa) sobre el progresivo recorte de varios subsidios.

Durante estos diez días hábiles en los que el Gobierno produjo medida tras medida, todos los diarios y sus versiones en la Web le dieron al tema su tapa y el espacio más destacado. Pero con una diferencia: los medios no oficialistas haciendo lo que siempre hace el periodismo, alertar sobre los problemas; mientras que los medios afines al Gobierno usaron ese espacio para informar de los éxitos de las acciones del Gobierno, minimizar la gravedad de la situación y criticar a los medios no oficialistas que “destacan los problemas porque realmente quieren producirlos o agrandarlos”.

Todos los días, de camino a PERFIL, escucho el programa La mañana de Télam en Radio Cooperativa (AM 770) y los argumentos que difunde la agencia oficial de noticias siguen la lógica discursiva paranoica del Gobierno: “Los medios hegemónicos dramatizan los problemas porque en realidad quieren que la economía estalle para que el kirchnerismo pierda apoyo”.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Hay algo de verdad en ese juicio: los deseos siempre influyen sobre los pensamientos. Tantas veces los críticos al Gobierno han pronosticado el fin del modelo político y/o económico y ese derrumbe nunca se ha producido, que sería lógico suponer que esos vaticinios, o parte de ellos, estuvieron guiados por los sentimientos y no por la razón. Groseramente: “Los que advierten sobre riesgos argentinos quieren que a la Argentina le vaya mal”.

El ejemplo más paradigmático habría sido el de Carrió, pero aun con un tono menos vehemente los vaticinios, explícitos o tácitos, incumplidos sobre el fin del ciclo les caben a toda la oposición y al periodismo profesional. Paralelamente, el Gobierno y sus partidarios se van al otro extremo: “Si cada vez que nos diagnosticaron una enfermedad terminal logramos transformar la amenaza en una oportunidad para volver a resurgir, a éstos no hay que creerles nada”.

En esto se repite la fábula del pastor y el lobo, conocida también como del pastor mentiroso. El pastor serían en este caso los medios de comunicación y el lobo, la llegada del “golpe del mercado”. En la fábula, tantas veces el pastor alertaba sobre la llegada de un lobo que nunca se producía que cuando vino de verdad, nadie estaba preparado para salvar a las ovejas. Y es evidente que hay varios lobos de verdad que están por venir, como los efectos de la segunda fase de la recesión en los países desarrollados y el agotamiento de los recursos del modelo que se ha consumido muchas cajas acumuladas.

La necesidad de aumento del precio del dólar y la baja de los subsidios no son el problema sino apenas su síntoma. El problema es la inflación. El Gobierno sabía que una parte de los subsidios no cumplían ningún fin ético ni lógico como también que la cotización del dólar estaba retrasada. Pero con 25% de inflación y sin una política que la combata, ha utilizado el retraso cambiario y el crecimiento de los subsidios como herramientas antiinflacionarias. Hay un stock de inflación reprimida en estas dos mayores contradicciones del modelo que juntas podrían agregarle al segundo mandato de la Presidenta 10% por año de inflación a la inercia que ya traemos (pasar del veintipico al treinta por ciento anual) o el costo de tener que producir enfriamientos del consumo que compensen ese recalentamiento inflacionario.

* Cita de Toy Story 1, reproducida por el libro La trampa populista, del economista y columnista de PERFIL Enrique Szewach