Una reacción preventiva frente a eventuales denuncias por “tráfico de influencias”. Esa es la razón por la cual el primo del Presidente, Angelo Calcaterra, decidió vender su histórica constructora, Iecsa, que le había cedido su tío Franco Macri. Al menos de esa forma lo explicaron a PERFIL fuentes del macrismo, para quienes detrás de la decisión subyace el temor que despertaron en él, y también en el constructor Nicolás Caputo, el íntimo amigo de Macri, las acusaciones que recaerán sobre sus empresas cuando ganen una licitación.
En el caso de Iecsa hay un elemento clave: desde los tiempos del kirchnerismo, la Nación le debe millones de pesos en obras públicas que aún no se terminaron. De ahí la inquietud de que los pagos puedan verse como un delito, una “ayuda” de su primo. “Le deben mucho dinero y siente que lo están esperando para denunciarlo penalmente”, revela una fuente del PRO.
En este contexto, cerca del empresario evalúan las consecuencias del “efecto Lázaro” (Báez): los jueces federales, sin interlocutores válidos con el Gobierno, parecen dispuestos a investigar a fondo cualquier incompatibilidad o favoritismo. De hecho, el propio Báez recordó ante la Justicia esta semana, en un claro mensaje al Gobierno, que estuvo asociado con Calcaterra en el negocio de las represas. La decisión del primo no fue una gran sorpresa para el Presidente: no quiere seguir dando explicaciones por los negocios de otros.
Calcaterra mantuvo durante el kirchnerismo un buen vínculo con José López, el ex secretario de Obras Públicas, y también con Julio De Vido. Asociarse con Báez era una forma de ganar. Por ello, según fuentes empresariales, tras la venta de Iecsa se dedicará al sector privado, al igual que Caputo. En el caso de Calcaterra, con una empresa de seguros y con el Banco Interfinanzas, cambiará de rubro.
Por lo pronto, el presidente le pidió a Elisa Carrió que lo saque del radar de sus denuncias verbales cotidianas. Lilita aceptó, pero prometió seguir de cerca las licitaciones.