El evento que llevó algo más de un año de organización y copó los medios de buena parte del mundo duró …………. minutos. En ese lapso, el príncipe Guillermo de Gales y su prometida, Catherine Middleton, dejaron de ser los novios de la corona y se convirtieron en los flamantes marido y mujer de la realeza británica.
A las 7.02 (hora argentina) Catherine Middleton llegó a la Abadía, adonde ya la esperaban los invitados cuidadosamente elegidos, la Reina Isabel II y el príncipe, vestido con su uniforme de la Guardia Irlandesa.
Con un impecable vestido de la diseñadora Sarah Burton, la novia llegó al altar del brazo de su padre. Allí la encontró Guillermo, en compañía de su hermano menor, el príncipe Enrique.
Nerviosos, los novios prodigaron sonrisas y miradas a los presentes, pese a lo cual no se alejaron del estricto protocolo que rige para estas ocasiones. Intercambiaron algunas palabras y medidas risas, en gestos que permiten considerar este matrimonio ya no como una mera cuestión de Estado o de silenciar escándalos, como lo fueran los últimos enlaces de la Casa de Windsor.
Ante la intervención del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, los novios no se guardaron obediencia, como fue tradición en los votos matrimoniales de la Casa real. A cambio, prometieron amarse, acompañarse y honrarse en adelante.
El próximo paso será, de acuerdo a la prensa británica, un período sabático de dos años, en el cual la pareja –que adoptará el título de duque y duquesa de Cambridge- intentará resguardarse de los flashes de los papparazzi y comenzar el largo camino hacia el trono de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.