Cada vez que se acerca una elección, Kirchner le pide a su hermana mayor que salga a la cancha. Alicia se lanzó como parte de un pelotón que incluye a Florencio Randazzo, Amado Boudou, Sergio Massa y Diego Bossio. Además de famosos como Jorge “Locomotora” Castro y Marcela “La Tigresa” Acuña, que le dan rating al equipo. La consigna es la misma: construir poder en el territorio a espaldas del gobernador Daniel Scioli. Los incondicionales del ex presidente no creen que Alicia vaya a ser realmente candidata. Pero los soldados que acompañan a la cuñada presidencial los contradicen: “quieren devaluarla, pero se van a llevar una sorpresa”.
Agua y aceite. Alicia sólo se parece a su hermano físicamente. “Ella no llama para putearte, sino para saludarte por el cumpleaños”, afirma un funcionario. Dicen que es conciliadora, trata de contener a sus colaboradores, no habla mal de nadie y es la ministra que cuenta con la menor fortuna del gabinete de Cristina.
A diferencia de Néstor, la ministra conserva una óptima relación con la Iglesia Católica. No oculta su fe, va a misa todas las semanas y tiene su despacho lleno de vírgenes e imágenes religiosas. Alicia no lo dice, pero estuvo en contra de la sanción de la ley de matrimonio homosexual que su cuñada promulgó acompañada por militantes gays y lesbianas en Casa Rosada. Ella cultiva una relación inmejorable con Cáritas y con sacerdotes de base, y mantiene incluso un trato cordial con el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, líder de la corriente integrista de la Curia.
A diferencia de su hermano, los sondeos preliminares coinciden en que Alicia no tiene imagen negativa. Después de eso, quizás, los que hoy no toman en serio su candidatura empiecen a preocuparse. Kirchner advierte que es dueña de un capital que los demás nunca tendrán: el apellido.
