Mientras se habla de un posible futuro de unidad para el peronismo, en el sindicalismo las alianzas que se están formando para definir el futuro de la CGT van por un carril bien separado de los intentos de unificar el PJ. Por un lado, se están generando armados para la pugna que definirá el dirigente que tome la posta del triunvirato, fuertemente desgastado tras los cortocircuitos que salieron a la luz durante el debate de la reforma previsional y el llamado a huelga con limitado acatamiento. Por el otro, cada dirigente juega por su lado algunas fichas en el tablero político pero mantiene como prioridad preservar el poder de negociación que les ofrece su puesto sindical.
El moyanismo viene tendiendo lazos cada vez más firmes con el peronismo referenciado en Cristina Kirchner. Pablo Moyano articuló el apoyo familiar a la construcción que lidera Gustavo Menéndez en el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Su principal aliado en la CGT, Luis Barrionuevo, que esta semana tomó el liderazgo gremial contra la embestida judicial que acecha a los Moyano, está sin embargo lejos de ese armado. Mantiene su alianza con el Frente Renovador, y su mujer, Graciela Camaño, fue una de las que salieron al cruce de una posible convergencia entre el PJ referenciado en Cristina y el frente que lidera Sergio Massa.
Los secretarios más moderados, que resistieron los intentos de acelerar el calendario de la conflictividad en diciembre, acusan a Barrionuevo de mezclar los intereses políticos con los sindicales. El objetivo de este sector es evitar que las diferencias políticas puedan ahondar aún más las desavenencias internas de la CGT y fuercen una ruptura entre secretarios dialoguistas y opositores. “Luis es así”, se lamentaba uno de los gremialistas que buscan componer entre duros y blandos para preservar la delicada unidad lograda hace poco más de un año.
Otro grupo de gremialistas espera que surja una nueva figura del peronismo que supere las antinomias entre kirchneristas y antikirchneristas. Algunos ven al gobernador de San Juan, Sergio Uñac, como un potencial candidato para aglutinar esta tendencia. Pero la mayoría reconoce que aún “le falta” para ocupar ese rol. “Es una apuesta a futuro”, explicó uno de los dirigentes, que le prodigó fuertes elogios en público el año pasado.
Más allá de las diferencias sobre del PJ y la central obrera, hay un punto en común entre las principales cabezas de la CGT: un fuerte descontento con el poder político de todos los colores.