POLITICA
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En la mira

Salgo de mi casa para el trabajo, prendo la radio del auto (quedó en radio Mitre) y escucho: “Las operaciones de Fontevecchia para Videla y Massera, pruebas definitivas: cómo disfrazó de periodismo su propaganda a la dictadura.

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Salgo de mi casa para el trabajo, prendo la radio del auto (quedó en radio Mitre) y escucho: “Las operaciones de Fontevecchia para Videla y Massera, pruebas definitivas: cómo disfrazó de periodismo su propaganda a la dictadura. Los textos completos que confirman la denuncia de 7 Días y desmienten todas las excusas”. Sigo manejando, doblo, tomo la avenida, y me detengo en el semáforo. Miro al costado y aparece una enorme foto mía, junto con otras dos más pequeñas de Videla y Massera, con un titular catástrofe: “Las operaciones de Fontevecchia para Videla y Massera”. Arranco, cambio de radio (Del Plata) y vuelvo a escuchar el mismo aviso. Cambio de avenida, vuelvo a encontrar el mismo cartel. Llego a la editorial, mi secretaria me trae el primer café de la mañana y me dice: “En el subte hay dos carteles con su cara, se mezclan los de hace quince días con los nuevos”. Tomo el café, leo los diarios y me encuentro otra vez con “Las operaciones de Fontevecchia para Videla y Massera” en avisos publicados en Ámbito Financiero, Página/12 y hasta Crónica. Regreso a mi casa a la noche y nuevamente los carteles, nuevamente los avisos en las radios. Así fue mi día lunes pasado, mi día martes, mi día miércoles, mi día jueves (hoy para esta columna porque es el día de cierre de NOTICIAS): la publicidad no paró ningún día de la semana. Así también fueron todos los días hace tres semanas. Y a la semana siguiente. Tres semanas sobre las cuatro del último mes en la que invirtieron tres millones de pesos en publicidad negativa (a las radios mencionadas se agregan: Continental, La Red, Radio 10, Mega, Metro, FM Hit, la 100, Aspen, Rock&Pop, Blue y Metro).

Trato de digerirlo con humor, me llama mi hijo mayor desde los Estados Unidos y me dice: “Viejo, no te hagas problemas, tomalo como un halago, porque aunque sea agrio es un halago, una señal de la importancia que tiene la tarea periodística que realizan en Perfil”, recibo testimonios de solidaridad de colegas y amigos en la misma línea, pero también llamados preocupados de personas que no están muy informadas, sólo vieron los avisos y no entienden qué sucede. Algunos de esos comentarios, si no fuera por la gravedad del hecho, serían verdaderamente cómicos: “Me dijo una vecina que te vas a dedicar a la política porque hay un montón de carteles con tu foto”. Otros me dicen que nos están haciendo un favor asignándonos un protagonismo que excede todo nuestros merecimientos y hasta me cargan: “Vas a terminar firmando autógrafos”. “¿Quién se puede creer esas estupideces?” “No le des bola”. “No respondas”. “Que no te hagan perder el tiempo, lo que quieren es que distraigas energía de tu trabajo, vos seguí haciendo lo tuyo, no pierdas el foco.” Y decenas de interpretaciones y consejos más.

Por lo menos brevemente deseo decir que las nuevas y “definitivas” pruebas de mis “operaciones” son: a favor de Videla, una nota en la que se reproducen los diálogos de Videla y tres embajadores políticos de entonces, Rafael Martínez Raymonda, del partido Demócrata Progresista, Walter Constanza, del socialismo, y José Aguirre Lanari, conservador, durante un almuerzo en la Casa Rosada que salió publicado en todos los diarios. A favor de Massera, otra vez el mismo reportaje citado en ediciones anteriores, donde ya dijimos que el periodista se atreve a preguntarle sobre derechos humanos y exiliados, y una nota sobre la interna entre el Ejército y la Marina de entonces. Todos los diarios y revistas publicaron decenas de reportajes y notas similares. Muchas más que la modesta revista La Semana de aquellos años.

La reproducción completa de estos tres artículos citados ocupan ocho páginas de texto, “un plomazo” como decimos en la jerga periodística desde la época de las linotipos porque las letras eran de plomo, donde uno lee, y lee, relee y se pregunta “¿y, dónde está la operación?”. Un amigo me dijo: “Pero esa es la técnica, mejor que nadie lea esos plomazos porque así no se enteran que los textos no coinciden con el título y la tapa, que es lo único que les interesa para hacer el afiche y los avisos”.

Aunque nada se dice en los avisos, en esta nueva nota ya se corrige el error de omisión de los anteriores: en un pequeño recuadro se reconoce que luego La Semana fue una revista crítica a la dictadura: “Comenzó a pasarse a la otra vereda” y menciona sin mucha convicción que un detenido en el campo de concentración El Olimpo dijo haberme visto encapuchado en febrero de 1979 pero, se agrega, “sin embargo, Fontevecchia no realizó ninguna denuncia, ni por su persona, ni por el sistema en sí, en ningún organismo internacional, como sí lo hizo Jacobo Timerman”.

No entiendo: ¿cómo luego de ser liberado podría haber ido a hacer la denuncia a un organismo internacional, explicar que había estado secuestrado en El Olimpo y haber seguido viviendo en la Argentina? Jacobo Timerman pudo denunciar ante los organismos internacionales recién cuando salió del país exiliado. Ya expliqué que al ser liberado me advirtieron que un grupo de tareas del Batallón 601 me estaría vigilando permanentemente e, incluso, que vinieron a buscarme a la editorial nuevamente a los seis meses y me tuvieron dando vueltas en varios autos por algunas horas como demostración de poder. Al frente de ese “paseo” estuvo “el turco Julián”.
(...)

Es de noche, me preparo para regresar a mi casa y ver más carteles, escuchar más avisos...

* Fundador de NOTICIAS.