El 'ministro sin cartera' del Gobierno, Ernesto Sanz, hizo un balance de su participación en la formación de la coalición Cambiemos, de la que consideró que más que una "victoria política" fue una satisfacción de "haber cumplido" con su "deber".
— ¿Haber vencido al kirchnerismo siendo el artífice de la colación que transformó al PRO en Cambiemos, podríamos decir que desde el punto de vista político fue el mayor triunfo de su vida?
— Yo no lo tomo como una victoria de esas que forman parte del manual tradicional de la política donde uno puedo ganar una elección o una interna. El día que ocurrió esto, que fue el 22 de noviembre, yo sentí una enorme satisfacción pero no de la victoria en sí, sino del deber cumplido. Son dos cosas distintas. La satisfacción de la victoria me resulta una cosa efímera y vanidosa, pero la del deber cumplido es algo mucho más profundo, más permanente, porque había un deber ahí. El deber le quita un poco de intensidad a esto del triunfo porque había mucha autocrítica en este deber cumplido. Durante muchos años yo fui parte de una oposición que no supo darle a al Argentina equilibro político, una alternativa y una competencia no solo electoral sino de todo tipo a un modelo que nos hizo mucho daño. Yo sentía en ese momento que habíamos cumplido un deber que estaba pendiente, postergado.
— Los radicales en una época partían de la hipótesis de que había grandezas que la derrota tenía que la victoria carecía y que eso era un principio rector. Que ser el vencedor no fuera algo era tan deseable y quizás también represente una época de la Argentina en general que el triunfo no estaba del todo bien visto.
— Era una época en donde la frase de cabecera era la de Hipólito Yrigoyen 'que se pierdan mil elecciones pero nunca los principios'. Donde los triunfos estaban en un plano secundario frente a lo que era el mantener principios, ideología, conductas. Me parece que eso forma parte de una Argentina de otras épocas, pero que no es malo pensar en esas cuestiones. Porque el triunfo por sí mismo y sobre todo en política por ahí nos lleva a un exitismo muy propio de una sociedad como la nuestra, muy volátil, que necesita discutir cosas más profundas que triunfos electorales. Discutir principios, valores, permanencias, estabilidades es muy interesante.
— Hay una frase que escribió el economista De Pablo dirigida al presidente Macri que dice 'ganaste, ahora jodete' por las medidas impopulares que iba a tener que tomar. O sea triunfar puede ser un problema muchas veces.
— En este caso había necesidad de triunfar y necesidad de hacerse cargo de esa realidad. Creo por lo que conozco al Presidente y la cercanía con el Gobierno que nunca fue esto un motivo de achicamiento o de decir 'que ganen los otros para que terminen explotándoles en sus manos y luego vendremos nosotros'. Siempre supimos en Cambiemos que había una realidad muy dura que había que afrontar, que había medidas dolorosas que habían que tomar pero que era imprescindible para sacar a la Argentina de la decadencia. Porque teníamos la visión que si no hubiéramos ganado nosotros y hubiera continuado el modelo como venía hoy a cuatro meses de gestión yo creo que la Argentina estaría en llamas. Yo creo sinceramente que un modelo que venía agotándose y que solo podía terminar explotando hubiera explotado y lo que hoy son los dolores del cambio podrían ser, si hubiera ganado Scioli, los dolores de un estallido, porque el modelo no daba para más.