POLITICA
QUINTA JORNADA DEL JUICIO CONTRA HCTOR FEBRES

ESMA: testigo narró cómo asesinaron a su novio

Cristina Aldini contó que se enteró de la muerte de su pareja porque un oficial le dio "la alianza para demostrarme que lo habían asesinado". Otro testigo dijo que Febres fue responsable de ocultar a los detenidos ante una visita de la OEA.

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| Cedoc.

Una sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la última dictadura militar, relató hoy que los marinos “ejecutaron” a su novio cuando intentaron secuestrarlo en la calle y luego llevaron el cadáver a ese centro naval y se lo exhibieron. La testigo concluyó que las condiciones que les imponían a los secuestrados "se parecían más a la de una vida animal que humana".

“Tenía dos tiros en la cara. Uno entre ceja y ceja, el típico tiro de gracia. Lo ejecutaron”, describió la docente Cristina Aldini, al prestar testimonio en la quinta audiencia del juicio que el Tribunal Oral Federal Cinco (TOF5) lleva contra el ex represor y ex prefecto Héctor Febres, destinado en la ESMA de 1977 a 1981.

Aldini identificó a quien era su novio como Alejo Alberto Mallea y recordó el modo en que se enteró de su muerte: “Vino a ‘capucha’ (un sitio donde se torturaba a los detenidos en el centro) el oficial de inteligencia Raúl Scheller, ‘Mariano’, y me entregó la alianza que llevaba puesta Alejo para demostrarme que lo habían asesinado. Me preguntó si yo quería ver el cadáver. Al principio yo dudé, pero luego accedí porque pensé que, si no siempre me iba a quedar con la duda.”

Previo aviso a los jueces de que no daría detalles escabrosos de los tormentos a los que fue sometida, la testigo evocó que tras atravesar esa pesadilla fue llevada varias veces al sótano donde la torturaron. Luego, confió su sensación: “La única alternativa era la autoeliminación. Pensé en alguna forma y lo intenté, pero sin éxito.”

La sobreviviente expresó que la tortura “ es un acto que intenta deshumanizar y desintegrar a la persona” y precisó que “el torturador no es un monstruo antinatural. Es una persona que está en uso de sus facultades. No está loco”. También aseveró que en la ESMA, los marinos pusieron en práctica “lo que llamaban un programa de recuperación (de prisioneros) para hacerse con recursos humanos para el proyecto político de (el almirante Emilio) Massera”, es decir, el partido de la Democracia Social y su órgano de prensa, el diario Convicción.

Además, Aldini afirmó que vio a Febrés en el área de inteligencia de la ESMA, donde fue obligada a realizar el “trabajo esclavo” en el marco del “Proyecto Massera”. Inclusive, remarcó que “Linares me decía que yo iba a terminar como las monjas francesas”, Alice Domón y Leonie Duquet, en referencia al asesinato y desaparición de las religiosas.

Luego, el testigo Carlos Muñoz aseguró que  Febres fue responsable del operativo montado para ocultar la existencia de secuestrados en la ESMA, ante una visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, en septiembre de 1979.

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Febres “era responsable de organizar el viaje desde la ESMA a la isla de Tigre conocida como ‘El Silencio’”, un operativo realizado de madrugada, recordó Muñoz en un intento por graficar la importancia que tenía jerárquicamente el acusado.

El entonces oficial de inteligencia sacó a un grupo de detenidos encapuchados del edificio del barrio porteño de Núñez y los trasladó hasta Prefectura de Tigre –donde actualmente está detenido– para subirlos a una lancha y emprender un viaje de más de dos horas. En la isla los retuvo durante un mes, hasta que terminó la visita internacional, para la cual se habían hecho algunas remodelaciones en la Escuela de Mecánica de la Armada intentado ocultar la “huevera”, sala de torturas y otras dependencias.

Muñoz también narró cómo fue obligado a falsificar documentos y aseguró que el grupo de tareas 3.3 de la ESMA tenía microfilmados a todos los secuestrados que pasaban por el lugar, con sus correspondientes fichas, historias personales y destino final: “traslado” que equivalía al asesinato o la liberación.

Junto a otro sobreviviente, Carlos Lordkipanidse, refirió que en esa sola ocasión –cuando accedieron a una tanda de microfilms para buscar a tres secuestradas– llegaron a contar “unos cinco mil nombres”. El secuestrado tenía un contacto diario con Febres, “que siempre estaba ahí” y de hecho lo acompañó en una visita que le dejaron hacer a su familia, pese a haber sido quien le aplicó picana apenas secuestrado.

“Me había dado picana Febres”, recordó en un relato largo y repleto de detalles como nombres y fechas. “Me enteré que él era responsable de mi caso, porque me lo dijo él mismo”. Meses después, el 22 de abril de 1979, fue también Febres quien lo llevó a festejar el cumpleaños de su madre junto a otro represor. “Me acompaña y estuvimos juntos en la mesa, mi familia y dos represores, después volvimos a la ESMA”.  

Las audiencias se reanudarán el próximo 6 de noviembre con los testimonios de más sobrevivientes que no llegaron a declarar hoy: Lucrecia Etchaleco de Margari, Ana María Testa, Liliana Pellegrino, Andrea Bello, Lázaro Gladstein y Jaime Dri, ex diputado nacional por la Juventud Peronista en el período 1973/1974.

Los jueces Guillermo Gordo, Ricardo Farías y Daniel Obligado sustancian este primer juicio oral y público a un ex represor del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA, con la actuación de la fiscal Mirna Gorinsky, el defensor oficial Víctor Valle, el mismo que asistió al dictador Jorge Videla en el histórico Juicio a las Juntas Militares.

Al ex oficial de la Prefectura Naval lo enjuician por cuatro casos de tormentos, en concreto contra Carlos Lordkipanise, Carlos García, Alfredo Margari –los tres querellantes- y Josefa Prada de Olivieri, sobrevivientes de la ESMA, quienes prestaron declaración la semana pasada y relataron historias de horror sobre lo que vivieron dentro de las mazmorras.

Según los sobrevivientes, Febres se jactaba de “dar máquina”, es decir, atormentar a los prisioneros mediante aplicaciones de picana eléctrica y, a la vez, estaba encargado del ajuar de los bebés nacidos allí que luego fueron apropiados.

El centro clandestino que funcionó en la ESMA está considerado como el mayor campo de la muerte de la dictadura ya que, según los sobrevivientes, habrían pasado por allí 4.500 víctimas rumbo a los “vuelos de la muerte”, como se conoce en la jerga a los aviones navales desde los cuales los prisioneros eran arrojados vivos y narcotizados al mar.

Fuente: DyN y Télam