Ya con la Presidenta transitando el tramo final de su convalecencia tras la operación por un supuesto carcinoma papilar de tiroides, que afortunadamente nunca tuvo, la rutina del poder va volviendo a su “normalidad”. Así se van definiendo algunos de los cursos de acción que tienen como objetivo consolidar un proyecto que le asegure al kirchnerismo, más allá de estos cuatro años de mandato, un rol preponderante como factor de poder permanente: la búsqueda de la suma del poder público se constituye en un factor clave.
En el marco de este proyecto, uno de los primeros objetivos es neutralizar y derruir a Daniel Scioli. Ya no queda duda de que el gobernador bonaerense está cada vez más lejos de reunir las condiciones para ser considerado el delfín de la Presidenta para 2015. La estrategia de Scioli es la de hacerse el distraído o el desentendido, por lo que los voceros del Gobierno se encargan de hacerle saber esa realidad a cada momento. Un día, el motivo de la crítica es haber jugado un partido con Macri mientras Cristina se recuperaba de su operación. Otro día, la causa es porque supo ser un asistente a los almuerzos de Mirtha Legrand, según hizo saber el vicegobernador Gabriel Mariotto. Y en algún momento posterior, la razón es su pasado menemista, como si la Presidenta y Néstor Kirchner no estuvieran abarcados por ese proceso político de los 90 al que no se privaron de apoyar.
A los fines de esmerilar la figura de Scioli, el vicepresidente tiene la orden de caminar la provincia. Amado Boudou ya dio el primer paso en aras de ese objetivo al convocar a Mariotto para una foto en su austero despacho del Banco Nación al día siguiente del encuentro Scioli-Macri. La reunión que tuvieron por estas horas el Vicepresidente y el Gobernador no cambia la situación. Por su parte, Mariotto también hace su tarea en ese operativo. Producto de ello es el alto perfil que le está imprimiendo a su tarea como vicegobernador. Y lo que hace es gestionar. Con ese propósito, el vicegobernador ha comenzado a tomar contacto con intendentes afines al kirchnerismo de distintas localidades de la provincia. Ante ellos se presenta como el nexo directo con la Casa Rosada capaz de hacer que se abran las puertas del poder y aparezcan los recursos que, de otra manera, el gobernador no puede proveer. Allí se concretan nombramientos para médicos en municipios que hace años lo venían reclamando, o bien una ayuda para la construcción de una escuela o la concreción de una obra pública anhelada por la comunidad.
Lo del Gobierno, pues, está claro. Lo que no está claro es lo de Scioli: ¿Qué hará? Hasta ahora nadie tiene esa respuesta. Lo que sí se conoce es que muchos intendentes han comenzado a hartarse de la indefinición del gobernador. “Tenemos que saber si Scioli se va a largar a pelear por la presidencia o no. Si lo hace, somos muchos los que lo seguiremos; pero alguna vez, y no demasiado lejos en el tiempo, debe decidirse y hablar claro; si no lo hace y además se mantiene mudo ante esta realidad, yo y otros no tendremos más remedio que encolumnarnos detrás de Mariotto o aquel al que Cristina designe porque no tendremos otra alternativa”, asegura un intendente peronista del GBA que no es afecto lo que siente por el kirchnerismo.
El presente favorece al oficialismo para el despliegue de este accionar. Se asiste a un verano con un notable movimiento turístico que es muestra de un bienestar económico indiscustible. Las voces que advierten sobre el impacto que tendrá en la Capital y zonas del Conurbano la quita de los subsidios a los servicios de agua, electricidad y gas se parecen a predicaciones en el desierto. Se vive un ambiente de fiesta y a muchos parece no interesarles los anticipos acerca de lo que vendrá.
El que vive su momento de gloria es Guillermo Moreno, el ministro de Economía en funciones de este Gobierno. Hace y deshace a su antojo. Se siente el vencedor de la pulseada cambiaria que se vivió a fin de 2011. El cierre de las importaciones lo vive como un triunfo. No importa que en Tierra del Fuego no puedan ensamblar los teléfonos celulares supuestamente “hechos en Argentina”, que haya dificultad para la provisión de electrodomésticos o de instrumental médico. En el mundo editorial todavía es motivo de comentario la condición que puso Moreno para que se reabriera la importación: “Si quieren importar libros deberán antes exportar cualquier otra cosa. Así que vayan a La Salada, compren calzoncillos y expórtenlos, después hablamos”, fue –palabras más, palabras menos– el tenor de ese diálogo.
Recién ahora, la Unión Industrial Argentina ha decidido pronunciarse en contra de esta medida intempestiva y nociva para la industria nacional. Que nuestro país busque el desarrollo de una industria propia, que tenga la capacidad de sustituir con igual calidad y en igual cantidad muchos de los productos que hoy provienen del exterior, es un objetivo trascendente. La obtención de ese logro sólo será posible con la puesta en práctica de políticas sólidas y perdurables que le den sostén a una iniciativa de trascendentes consecuencias económicas, sociales y políticas. Para ello hay necesidad, entre otras cosas, de crear condiciones de accesibilidad al crédito que hoy sólo puede garantizar la Anses, con todos los vericuetos de discrecionalidad política que ello suscita. Exige, también, la existencia de un empresariado con conductas tales que le permitieran alcanzar un liderazgo social del que hoy carece.