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Guillermo Moreno avanza sobre el derecho a opinar

Que es un funcionario vehemente y nada apegado a las formas, ya se sabe, pero esta vez parece que se ha pasado de la raya, en apariencia con el aval de la más alta magistratura del país.

Guillermo Moreno tiene un amplio poder de acción dentro del Gobierno
| Cedoc

Que Guillermo Moreno es vehemente y nada apegado a las formas, ya se sabe, pero esta vez parece que se ha pasado de la raya, en apariencia con el aval de la más alta magistratura del país. El secretario de Comercio Interior acaba de avanzar violentamente contra el derecho de opinión, al emplazar al titular de Shell, Juan José Aranguren para que aclare algunos dichos periodísticos sobre las restricciones que, según él, podrían producirse en el mercado de combustibles si la gente consume más naftas debido a los precios bajos, algo que Moreno percibió como una amenaza, del estilo que la petrolera estaba decidida a boicotear la oferta.

Tal como si fuera un empleado suyo, que no lo es ya que depende directamente de la Casa Rosada, el secretario llamó el viernes al escribano mayor de Gobierno, Natalio Echegaray y lo mandó con recortes de los diarios a Shell para que labrara un acta con una respuesta precisa de Aranguren: "Qué quiso decir".

A partir de allí, el secretario decidirá si le gusta o no lo que manifestó el titular de la petrolera y si le aplica lo que quedó de la vetusta Ley de Abastecimiento que él esgrime como la Biblia. Aunque todo indica que Aranguren no tiene por qué contestar, el chisporroteo podría quedar en la nada y tratarse sólo de una operación política de posicionamiento de Moreno, aún a costa de un grave avance sobre las libertades que enloda a todo el Gobierno, sólo para mostrar quien manda.

Pese a que la Presidenta lo sienta junto a ella cada vez que puede, mientras premia su fidelidad con espaldarazos públicos, Moreno es un empleado fantasma del Gobierno, ya que la página web de la Presidencia de la Nación no ubica la secretaria a su cargo en ningún lugar del organigrama oficial y mucho menos dentro de Economía, su dependencia natural. Según la página de Internet de este ministerio, la secretaría de Comercio Interior forma parte de su estructura, pero es imposible acceder a su site, ya que no hay enlace alguno para saber qué se cocina en las oficinas de la diagonal Roca al 600.

Desde allí, Moreno pergeñó sus memorables avances contra petroleras y supermercados, productores de leche, generadores de electricidad y distribuidoras de gas, casi todos ellos inmersos en la misma secuencia de anuncios rimbombantes y fracasos estridentes que sólo sirvieron para inhibir inversiones, en nombre del control de una inflación que nunca pudo dominar, lo que generó la extraña unanimidad de que nadie crea en los índices de precios por él elaborados, tras la manipulación que destruyó la credibilidad del INDEC.

Pese a su fama de honesto y de adictiva contracción al trabajo, son demasiados tantos derrapes juntos para una persona sola, si no tuviera los padrinazgos que tiene en Balcarce 50. La pelea con Aranguren no tiene que ver con su desconocimiento de las leyes de la oferta y de la demanda, algo que en la facultad le deben haber enseñado a Moreno el primer día de clase, sino con la ideología del secretario y de buena parte del Gobierno, sobre los males del mercado, algo que el ministro Julio de Vido acaba de explicitar una vez más cuando dijo el viernes que "con Cristina estamos destruyendo los paradigmas de los 90".

En este aspecto, tampoco De Vido puede hacer gala de haber sido del todo exitoso en su gestión al frente del ministerio de Planificación, ya que tuvo que esconder durante varios años la crisis energética hasta que Cristina la explicitó, crisis cuya raíz es la misma que denunció Aranguren: cuánto más barata es la luz y el gas, más se consume. Como asignatura más que pendiente, y al igual que la secretaría de Comercio Interior, el ministerio de Planificación tiene un déficit ostensible en la falta de transparencia, con datos que siempre han brillado por su ausencia, lo que hace muy difícil armar un panorama de conjunto.

Como Moreno, el ministro tampoco estuvo muy feliz a la hora de conseguir que las empresas inviertan de modo masivo, ya que la franja de tarifas que se manejaron internamente fueron discrecionales y alejadas de los valores internacionales. La prueba de ello está en que mientras a Bolivia se le pagó por el gas el precio "más alto", como dijo la Presidenta, los productores locales y las provincias han quedado relegados por mucho tiempo y su falta de acción bajó el horizonte de reservas. Ahora, el ministro deberá asegurarse que el gasoducto anunciado junto al presidente de Bolivia, Evo Morales para 2010 tenga gas en la boca de los pozos para llenarlo.

En cuanto a la importantísima obra de soterramiento del Ferrocarril Sarmiento, anunciada en la semana con financiación de la Nación, la misma dejó más dudas que certezas, en función de preguntas financieras, de gestión y hasta ecológicas que han quedado sin respuesta por ahora, entre otras ¿Por qué cuesta casi lo mismo que el Tren de Alta Velocidad?; ¿Qué comparación tiene en costos la obra, en relación a la extensión del subte A?; ¿Adónde irán a parar las toneladas de tierra removida?; ¿Cómo se resolverá el problema de las napas surgentes?; ¿Por qué se gastó tanto en colocar el cerco antivandálico, ahora una obra que quedará en el olvido?

Volviendo a la grave apretada a de Moreno a Shell, si además se repara en que al escribano de Gobierno lo acompañó un fotógrafo oficial para potenciar mediáticamente el episodio frente a la petrolera, tampoco se puede dejar de emparentar, desde la especulación, el emplazamiento al directivo con cierta necesidad de cambiar el eje de los temas que tanto le preocupan al Gobierno. En ese aspecto, la lista de ricos y famosos enganchados por la posesión de autos que fueron ingresados al país por embajadas extranjeras le puso al verano una linda cortina de humo, que aún dará mucha tela para cortar.

A juzgar por el costo de los vehículos, un episodio de tanto glamour ha contribuido de modo más que efectivo, junto a crímenes por entregas (caso Galliano) y accidentes de personajes de la farándula (caso Gaby Alvarez), a restarle presencia en los medios a otros temas de la realidad, con mérito de mayor importancia para la toma de decisiones, como la intapable crisis de los mercados mundiales y su repercusión en la Argentina, la situación de Guido Antonini Wilson, las dudas sobre el soterramiento, el gasoducto, etc.

Si esto no es así, entonces no se comprende por qué el canciller Jorge Taiana en persona decidió comandar el operativo que involucraba apenas a un empleado infiel de la tercera línea de la Cancillería, quien aparentemente adelantaba la fecha de los permisos para facilitar la radicación efectiva de los vehículos y su venta posterior. Una simple historia policial, estirada todo lo que se pueda. Si bien el caso es grave y si hay delito habrá que castigarlo, en todo caso, lo que el canciller no ha podido diluir con su tardía y mediática intervención es la responsabilidad del Estado en materia de controles, ya que por donde se mire hay filtraciones de todo tipo. Tampoco Taiana estuvo muy feliz, permitiendo que los medios consignaran, antes que los interesados lo supieran, la lista de embajadores y ex que serían citados a declarar ante la Justicia, lo que ha provocado un palpable malestar entre el Cuerpo Diplomático.

Esa misma sensación de sorpresa fue la sintió el gobierno argentino, cuando explotó el episodio Antonini hace más de un mes en Miami, lo que motivó la intervención de Néstor Kirchner y la frase ya famosa de la Presidenta sobre la "operación basura", por parte de los EE.UU. y generó las interdicciones que se le pusieron al embajador Anthony Wayne por no haber avisado a las autoridades argentinas, antes de que el tema salte a la prensa. La tensión diplomática por aquello que tanto le dolió al Gobierno hoy ha cedido bastante, quizás por gestiones que se han hecho bajo cuerda para no agravar las cosas. Lo cierto es que mientras los funcionarios han bajado el tono, ya se lo vé a Wayne algo más activo y hasta el encargado de Latinoamérica en el Departamento de Estado, Tom Shannon acaba de aludir a la Argentina en términos más que conciliatorios.

Pero este viernes pasado hubo más novedades en Miami, en relación a uno de los acusados de conspiración por haber presionado al ciudadano de ese país, Guido Antonini Wilson en nombre de un gobierno extranjero (Venezuela), para que no diga de dónde venía ni adónde iban a ir a parar en la Argentina los 800 mil dólares que llevaba en su valija. El hombre se declaró culpable y ahora se presume que ha pasado a ser informante del FBI, como contrapartida de alguna reducción de la pena.
En medio de esta novedad, el Departamento de Justicia de los EE.UU. filtró a la prensa dos documentos y en uno de ellos se dice que "Antonini Wilson llevaba la maleta a petición de uno de los otros pasajeros", lo que hace respirar al gobierno argentino, ya que todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre que el destino era la campaña electoral de Cristina parece volver a fojas cero, al menos en lo que a Antonini se refiere, ya que él no podría determinar a quien debía entregarle la valija. Igualmente, los Estados Unidos se han quedado con la carta ganadora.

Para distender aún más la situación entre los gobiernos, un rato más tarde de conocerse estas novedades el viernes por la tarde, la embajada en Buenos Aires le ratificó a DyN la "importante relación" que existe con la Argentina y aquellas declaraciones de Shannon, en el sentido de que la situación en Miami "no tiene propósitos de política exterior". Pese a todo, hay que observar que el plácet para el nuevo embajador argentino en los EE.UU., Héctor Timmerman sigue demorado en Washington y es por eso que el gobierno argentino continúa con el silencio de radio, sólo roto por algunas extemporáneas declaraciones del poco avisado Luis D’Elía.