Una de las tareas acometidas por los dirigentes gremiales con más fruición es el despliegue de todos los recursos para tratar de doblegar al rival. Así, la puja por la conducción de la CGT se ha transformado en una lucha cada vez más encarnizada de la cual nadie puede salir indemne.
Si bien hasta el presente el dirigente camionero Hugo Moyano, merced a sus acuerdos con el Gobierno, sigue perfilado para continuar ejerciendo la titularidad de la CGT, persiste el empecinamiento de quienes pretenden destronarlo o rodearle la casamata para bombardearlo y, al menos, ponerle coto a su poder de fuego.
El gastronómico Luis Barrionuevo se mantiene al frente de la movida antimoyanista y estos días sacó turno para reforzar el minado del terreno de su contrincante. En público y en privado, el sindicalista experto en lides internas repartió más de un "bandejazo" contra el sector moyanista y expresó con todas la letras que no quiere verlo más en el altar cegetista.
Una de sus ya clásicas vehementes demostraciones la hizo en un almuerzo con varios de los "gordos" (Oscar Lescano, Armando Cavalieri, José Pedraza) y los autollamados independientes pero ultraoficialistas Andrés Rodríguez y Gerardo Martínez.
Allí planteó lo que todos saben: que Moyano no debe ser más el secretario general de la central obrera y que, si no cumplen su deseo, es capaz de disputar ese cargo con candidato propio. Los que transitan por el mundo de los sindicatos saben que el gastronómico, que no anda con delicadezas a la hora de los empellones, es ducho, por supuesto, en el principio de "golpear para negociar", con lo cual sopesan la posibilidad de satisfacer sus pretensiones dándole protagonismo en la cúpula, al menos poniendo límites a los movimientos del dirigente camionero.
Los "gordos" asumieron esa tarea, autoerigidos otra vez como árbitros de la contienda, para que Barrionuevo acceda a una capitulación. Pero el jefe del sindicato gastronómico desplegó también una acción que pretendió ser más sutil para atacar a su camarada: anunció la firma de un aumento salarial superior al 30 por ciento, aunque las autoridades salieron rápidamente a aclarar que rondaba el 20, como lo establece la pauta oficial.
La lectura inmediata de la cifra difundida por el gremio es inevitable: Barrionuevo sacó un porcentaje mayor que el promovido por la administración y el mandamás de la CGT. También es cierto que ambos gremialistas, por imperio de la aplicación de las mejoras en adicionales y otros efectos en las escalas salariales, sin duda obtuvieron porcentajes que miran desde arriba al 19,5 que emergió de los cónclaves de la Casa Rosada. La pulseada por los cargos en el consejo directivo cegetista no tiene un público masivo y entusiasta en la sociedad, pero es, como siempre, de vital importancia para los intereses de la dirigencia gremial con tradición peronista.
Moyano, en tanto, sigue aprovechando su privilegio oficialista y continúa con sus avances para mantener el cargo y con ciertas acciones que en algunos casos podrían calificarse de temerarias, para apuntalar a la administración. Hubo algunos que se ilusionaron con la posibilidad de rescatar alguna fecha cara al Justicialismo, por estos días más precisamente la del nacimiento de Eva Duarte de Perón, para que al menos por un momento se juntaran los bandos en pugna. Pero ni siquiera en torno a esa figura indiscutida del peronismo pudieron hacer un acto masivo y unificado.
Moyano y aliados hicieron su homenaje; los líderes de las "62" Gerónimo Venegas y Mario D'Aprile realizaron el suyo con figuras de la llamada "Resistencia peronista"; otros miraron para el costado, como distraídos. Las reuniones por cada lado volvieron a demostrar que seguramente podrán estar amontonados, pero nunca verdaderamente unidos.
Así, con los protagonistas enfrascados en sus cuitas individuales, y mientras por ejemplo se teme un rebrote de los índices de pobreza, o que el desempleo, ese virus siempre latente ahora adormecido pueda despertarse otra vez de la mano de un posible freno de la actividad económica, el plan del pacto social sigue arrumbado en las catacumbas.
No habrá posibilidad de desenterrar ese proyecto mientras quienes deberían ser sus principales hacedores andan por el territorio político vernáculo recitando los salmos de la eternamente desaconsejable religión del interés acotado, particular.
Un pacto social serio, y en consecuencia perdurable, requiere de premisas que tienen carácter universal y permanente y que fueron estrictamente respetadas por quienes lograron llevarlo al terreno de los hechos.
Por ejemplo, comprensión, ideas superadoras y procuradoras del bien común, resignación de los intereses exageradamente sectoriales, honestidad intelectual (y decencia, por supuesto), ratificación y renovación constante de esos acuerdos, apartamiento del apasionamiento irracional y desmedido, indelebles principios de equidad.
En suma, un pacto social debe trascender los parciales acuerdos sobre temas -como la congelación de precios y salarios- que, abordados de manera aislada y en el marco de un contexto que reclama amplitud y excelencia, tienen el sello del cortoplacismo, de lo efímero.
Se trata, entonces, de desplegar las alas definitivamente, desterrando las posturas de vuelo corto o la promoción, en circunstancias claves, de opciones engañosas -como "halcones" y "palomas"-, actitudes que siempre, invariablemente, terminan en traumáticos aterrizajes forzosos.