POLITICA
ENTREVISTA A JORGE TELERMAN

"Hay cavallistas que me acusan de menemista"

Postulante a sucederse a sí mismo, el Jefe de Gobierno porteño desmiente que vaya a adelantar las elecciones en la Ciudad, pero advierte que sólo un candidato artificial se quejaría por “60 días más o menos”. Critica a Alberto Fernández y a Aníbal Ibarra pero ratifica que apoyará a Kirchner y confía en que el Gobierno nacional terminará respaldándolo. Además, elogia al cardenal Bergoglio y se despega de Blumberg. Aunque su campaña es un raid mediático, el ex embajador de Menem jura que no mira televisión y dice que sus donaciones a Cantando por un sueño y Gran Hermano fueron excepciones.

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FRIVOLIDAD. Telerman dice que se inspira en la mxima griega: "Hacer el cuerpo una obra de arte". | Cedoc

—Algunos kirchneristas dicen que esa frivolidad delata su pasado menemista...
Hay algunos cavallistas que me acusan de menemista. Eso sí que es gracioso. Yo viví del 92 al 99 fuera del país y mi actividad diplomática estuvo centrada en la OEA. Pero ésa es gente que necesita todavía reencarnar muchas veces. En esta vida, no van a aprender todo. Tienen que morir muchas veces.

—¿Por eso llamó presentador de candidatos al “cavallista” Alberto Fernández?
—Cuando escucho críticas sin sustancia, alaridos, se me ocurren esas cosas. Pero no me defino en oposición a otro. Sino, tendría que aumentar mis sesiones de terapia.

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—¿Cómo vive el odio de Aníbal Ibarra y su familia?
—No lo vivo. Es evidente que pasa por un mal momento.

—El dice que su gobierno está lleno de grossistas y macristas...
—No, de grossistas ya no dice porque Filmus era secretario de Educación de Grosso. La realidad le cambia el discurso. Eso sucede cuando alguien no tiene muchas ideas. Pobre. Ojalá que se calme y se mejore.

—¿Cómo va a evitar el riesgo de la dispersión con una coalición similar a la que lo llevó al poder a él?
—Son sustancialmente distintas. Yo invité institucionalmente al socialismo a integrarse al gobierno y fue el PS el que eligió a Roy Cortina para que se sume al gabinete. No hay un mandamás que hace y deshace. No me dedico a la cooptación.

—Pero esa coalición ¿no tiene límites?, incluye desde Barrios de Pie hasta la UCEDE de Pereyra de Olazábal.
—Hay claros límites. Este año, transferí directamente 400 millones hacia los más pobres. Es una opción ideológica, de principios, que podríamos llamar de centroizquierda o nacional y popular. Lo mismo que la decisión de recuperar el espacio público. Reivindico el buen liberalismo, no esa payasada de los 90 o de las dictaduras militares, gente bruta, no leída. Gran parte de lo mejor de la ciudad lo hizo la generación del ’80. Tuvo una visión de nación y de ciudad. El desafío de la generación del bicentenario es buscar una síntesis.

—¿Se sumaría a la coalición que impulsa Blumberg?
—Blumberg es producto de la crisis del sistema político. Surgió del dolor y se convirtió en un líder social muy focalizado en el tema de seguridad. Por ahora, lo veo en ese rol. Ni siquiera tiene una estructura política detrás. No participaría de su convocatoria porque no acuerdo con las ideas que expresa. No tengo nada que ver.

—Dicen que tiene una relación histérica con Kirchner...
—Es una relación de afecto y calidez, fluida en las cosas importantes. Pero a nuestra coalición la integramos quienes apoyamos a Kirchner y quienes no lo apoyan. Yo no soy del PJ Capital y tampoco lo seré.

Con Bergoglio se lleva mejor...
—Bergoglio es un pastor brillante, inteligentísimo, una buenísima persona, a la que yo quiero mucho y respeto enormemente. Me hace muy bien verlo, aunque lo hacemos menos de lo que me gustaría. Es un placer dialogar con él, porque uno aprende todo el tiempo. Nuestros diálogos son de un contenido espiritual muy grande, muy pocas veces tienen que ver con la política.

 —¿No le pidió que eche a una funcionaria?
—Jamás. Sería una locura. Le voy a pedir autorización para que se vean nuestros diálogos en la camarita web y se terminen las especulaciones.

—¿Le obsesiona su imagen?
—Me baso en la máxima griega de hacer de la vida una obra de arte. Ellos hablaban del cuidado de sí, que tiene que ver con ser el mejor Jorge Telerman, no con tratar de ser Brad Pitt. Para eso, trato de reírme. Como Borges nos recordaba que Spinoza decía: “Nuestra única obligación es tratar de ser felices”. Eso no es frivolidad, ni superficialidad. Es gozar de tu cuerpo en el mejor sentido.

—Aníbal Ibarra quería pasar a la historia como el hombre que extendió la red de subtes. ¿Y usted?
—Ese es un problema: los que quieren pasar a la historia. Eso es para alguien que descubre una vacuna, un chip. En esta actividad, ¿pasar a la historia? Yo tengo un buen analista. No tengo esos delirios.

“Mi mamá me aconseja"
—¿Usted le prohibió a su madre que intervenga en la campaña?
—Yo adoro a mi mamá. Soy un jewish boy, un buen muchacho judío, y lo seguiré siendo para ella hasta que yo cumpla 80 años. Nos hablamos todo el tiempo. Ella me aconseja. En algún tiempo llamaba a las radios para defenderme. Yo amenazo a los periodistas y les digo: “Ojo que te va a llamar Fanny”. En la revista Humor, había un detective judío fantástico que salía a la noche a investigar y su madre lo perseguía a él para ver a dónde iba: se metía en la investigación y la resolución del caso estaba vinculada con un hallazgo suyo. Me gusta sentirme identificado con aquel detective. En la adolescencia me peleaba con ella. Pero los excesos de amor nunca son tan malos como la falta de amor: a mí lo que me duele es que los demás no me quieran.