Todas las noches, la Presidenta pasa por los despachos antes de irse de la Casa Rosada. Quiere dialogar con sus ministros, pero también pescarlos para ver si están trabajando. Así enganchó a Florencio Randazzo, el titular de Interior, durante un reportaje con la revista Debate. Al final, la irrupción de Cristina en la oficina del funcionario terminó siendo la foto de la nota. Eso ocurrió esta semana.
“Se va, por lo general, después de las 23. Pero nunca sin que antes se hayan ido los ministros y funcionarios que están en la Casa Rosada”, explicó un vocero de Gobierno a PERFIL. La jefa de Estado eligió el modelo que aplicaba su marido para comandar el Gabinete de la transición hacia octubre. Charlas unilaterales con los ministros. A veces telefónicas. Otras, personales.
Dio una demostración el miércoles, durante la reunión con la UIA. Los empresarios reclamaron un banco de financiamiento a largo plazo, como el viejo Banaes, y la Presidenta les anunció que estaba trabajando junto a Débora Giorgi un proyecto para implementarlo. “Ninguno de los otros miembros del Gabinete lo sabía”, contó una fuente que estuvo en la reunión. Maneja con hermetismo sus decisiones.
El ejemplo es la confirmación de quién será elegido como candidato porteño. Ella lo sabe, pero no se lo dice a nadie. Tampoco habla de su propia candidatura con ningún ministro.
El mejor posicionado en el Gabinete es el titular del Palacio de Hacienda, Amado Boudou. Va con frecuencia a Olivos y a la Rosada y se pasa horas dialogando con la Presidenta sobre temas estratégicos de la gestión. Opaca, incluso, al otrora todopoderoso ministro de Planificación, Julio de Vido, quien ahora se entera de algunas decisiones por boca de sus pares.
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