A lo largo del último siglo, los “número dos” vernáculos sufrieron de la incomodidad decorativa de los jarrones chinos o disfrutaron de la inocultable tentación de la intriga política.
No obstante, la historia nacional registra algunos momentos de protagonismo de ciertos vicepresidentes. Ante el fallecimiento del titular del Poder Ejecutivo de entonces, Marcos Paz supo suceder a Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini a Miguel Juárez Celman y Victorino de la Plaza a Roque Sáenz Peña. Y, claro está, Isabel Martínez buscó completar el mandato de Juan Domingo Perón.
También se dieron serias crisis institucionales que enfrentaron duramente a los integrantes de binomios prometedores. Son los ejemplos de Alejandro Gómez con Arturo Frondizi y, más recientemente, Carlos "Chacho" Alvarez con Fernando de la Rúa.
El caso de Cobos es peculiar. Elegido por el kirchnerismo como compañero de fórmula con la esperanza de hacer creíble la “Concertación plural”, el mendocino fue desplazado de inmediato de toda instancia de poder real. En rigor, el ex gobernador radical nunca logró ser parte del gobierno nacional y, en ocasiones, hasta sintió que lo rodeaba una suerte de “Concentración singular”.
En dicho marco, Cobos tomó distancia de la presidenta Cristina Fernández y se animó a hacer su propio juego político. Se reunió con opositores y dialogó con actores clave del escenario de poder local. No se encolumnó detrás de la posición del Ejecutivo cuando la cuestión de las retenciones hizo crujir a la propia fuerza oficialista. Y coronó su alejamiento con un voto-desempate tan polémico como crucial.
Antes de emitir su voto, Cleto Cobos pidió que lo juzgue la historia. Y así será. Más allá de las acusaciones y las felicitaciones del presente, se verá en el futuro si su paso por la vicepresidencia será recordado como una obscena muestra de traición al gobierno o como una valiente decisión en defensa de la república.
(*) Decano de Comunicación Social - Universidad del Salvador