POLITICA

Kicillof desconfía de los intendentes y le sobran motivos para hacerlo

El gobernador negocia poder a cuentagotas. Los necesita para aprobar leyes. Los enojos en off the record.

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Axel Kicillof visitó la muestra sobre Ana Frank en el teatro municipal de Lomas de Zamora. | Prensa Frente de Todos

Los intendentes del PJ en Buenos Aires salieron a través de los medios, y en estricto off the record, a plantear quejas sobre el arranque de Axel Kicillof como gobernador. Por la falta de espacios en el gabinete, por cambios en el manejo de importantes cajas de recaudación y el hermetismo del mandatario a la hora de gestionar, entre otras cosas. El viernes 27 de diciembre la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires intentó, sin éxito, aprobar la Ley impositiva que ya se había caído en el Senado. Esta vez la estocada vino desde adentro. Faltó un solo diputado, José Pérez. El legislador responde políticamente a Mario Ishii, intendente de José C. Paz. Desde el entorno del jefe comunal niegan que haya sido a propósito. "Llegó lo más rápido que pudo, no fue su culpa", dijeron a PERFIL. Pero la gente de Kicillof y legisladores camporistas tienen otra versión: "Estábamos en la Cámara. Pedimos un cuarto intermedio y se fue. Volvió cuando ya se había caído la sesión. Si sos oficialismo no te vas". Versiones al margen, lo cierto es que la desconfianza es evidente.

Ahora bien, ¿hay razones para confiar y repartir el poder, más allá de lo estrictamente necesario para evitar el conflicto abierto y perjudicial para el espacio? Meses atrás los intendentes del PJ no querían a Kicillof de candidato. Preferían a Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora. Pero las encuestas y la decisión de Cristina Fernández de Kirchner hicieron que no tengan más alternativas. Militaron la elección a regañadientes hasta después de las PASO, cuando el triunfo del exministro de Economía ya era un hecho. ¿Puede confiar Kicillof en los intendentes? ¿Hasta donde llega la lealtad de un jefe comunal?

Entre las PASO y las generales, los intendentes que respondían a María Eugenia Vidal repartieron ambas boletas, tanto la de Cambiemos como la del PJ. La estrategia se repitió en distritos como Lanús, donde gobierna el macrista Néstor Grindetti y en Tres de Febrero donde Diego Valenzuela obtuvo el 47% de los votos contra el 44% de su rival peronista, Juan Debandi. En las PASO el resultado había sido 34 a 46 para el Frente de Todos. El corte fue fundamental. Vidal no tuvo alternativa y aceptó los hechos. La necesidad de supervivencia hace que el apoyo sea hasta la puerta del cementerio, no más allá.

Si bien Kicillof no es de La Cámpora, gran parte de su sostén viene de la agrupación K, Y La Cámpora siempre renegó de los "barones del conurbano". Los consideran parte de la vieja política, del clientelismo de los '90, del aparato que puede jugar para Eduardo Duhalde, Sergio Massa, Daniel Scioli o la propia Vidal. Y la historia marca que, en la mayoría de los casos, es así. El ejemplo más concreto es el de Jesús Cataldo Cariglino. Gobernó durante más de una década Malvinas Argentinas. Apoyó a Menem, luego a Duhalde, se unió a Néstor Kirchner, tejió alianza con De Narváez y en 2015 perdió en manos de Leonardo Nardini. En 2019 intentó volver, sin éxito, de la mano de Cambiemos.

Aterrizado en la provincia de Buenos Aires casi como un paracaidista, Kicillof arrasó en las urnas. Y decidió compartir el poder a cuentagotas. Los intendentes ahora se quejan por lo bajo. Mientras el jefe sea él, solo se animarán al off. El Gobernador lo sabe. No hay confianza. Y no hay razón para cambiar de idea.

RI/MC

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