Finalmente, la realidad se peleó con el relato. Tenía que suceder; por eso el doble discurso siempre tambalea en la cornisa: algún día el viento corre el velo y la contradicción se expone. ¿Comenzó con Sergio Schoklender o con la derrota en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Fue la irrupción de Miguel Del Sel, el papelón del Inadi o el segundo test de ADN de los Noble Herrera? La misma idea que sobrevolaba fatal, como el destino, se evaporó en un mar de dudas: ¿y si Cristina no gana en primera vuelta?
Ni la disciplina ni los dientes apretados pudieron enmudecer los pases de factura: tarde, los intelectuales K advirtieron la “imbecilidad estructural” del aparato de propaganda.
Como única respuesta, la campaña de Filmus pasó del discurso Rosa Luxemburgo al mensaje Hare Krishna, y se llenó de corazones. Tarde, el Gobierno decidió apoyar a José Manuel de la Sota en Córdoba, previendo evitar la escalada, e hizo –y hace aún– todo lo posible por evitar la propia ley de internas obligatorias. ¿Y si sirven para demostrar que Eduardo Duhalde no era tan débil como parecía?
Sucede a veces con los relatores: se compenetran tanto con el relato que terminan creyendo su propia mentira. Entonces creen que el relato es el diagnóstico y actúan en consecuencia.
Y se equivocan. Tanto creyeron en la reconciliación con el campo que no advirtieron la derrota en Santa Fe.
Tanto creyeron en su propio olfato para armar las listas que no pudieron ver que el peronismo es, todavía, superior al kirchnerismo en número e influencia.
Y apareció entonces, referida a octubre, la palabra ballottage. ¿Y si el peronismo termina, en octubre, enfrentando al peronismo? ¿Y si la ideología, los negocios, la oportunidad o el viento que los amontona terminan, en octubre, uniendo a Macri, Duhalde, Rodríguez Saá, De Narváez, Reutemann, Del Sel y Alfonsín?
Hay quienes ya se animan a preguntarse por la teoría del animal herido. ¿Será mejor Cristina con menos poder?
¿O un gobierno más débil será víctima de la exageración? ¿Habrá más proyectos desesperados como el de “Ascenso para todos” o la decisión de Guillermo Moreno de prohibirle vender Clarín a un kiosco del Mercado Central?
La carta de Alberto Fernández a Cristina publicada por La Nación pegó donde más dolía: un ex miembro de la tropa propia los acusaba de fabular. “No hace falta fabular batallas para parecer heroica”, le dijo.
“Con el Grupo Clarín no tuve más relación que la que Néstor Kirchner dispuso que tuviera. Con sus directivos almorcé tantas veces como lo hizo usted (...) Debe saberlo bien, porque todas las comidas fueron en la residencia presidencial de Olivos”. La realidad se imponía, otra vez, sobre el relato.
La carta de Alberto F. citaba declaraciones de Cristina a su biógrafa oficial. El libro La Presidenta, firmado por Sandra Russo, tal vez quede en la historia menor como el último testimonio del relato: un panegírico en el que Cristina aparece como un remedo de Annie, la huerfanita.
“Yo nunca quise ser candidata –le confiesa a 6, 7, Sandra–. Nunca. Ni para presidenta ni para senadora, ni para diputada provincial. Me tuvieron que convencer siempre.”
El vértigo de los acontecimientos lo irá transformando, a poco, en un relato cómico.
Sin velos, el relato expone su contradicción más brutal:
—¿Qué diferencia hay entre los cuatro muertos de Jujuy y Kosteki y Santillán? –se preguntaba el viernes Chiche Gelblung después de comunicarse con un militante de la Corriente Clasista y Combativa en Radio Mitre.
—La señora Bonafini habla de sus hijos. Yo también tengo un hijo. Y no me pagaron por mi trabajo –decía el jueves, en la Plaza de Mayo, uno de los obreros de Sueños Compartidos que se quedó en la calle.
El militante jujeño de la CCC no sólo recordaba los asesinatos de un chico de 17 años y otro de 21 a manos de la policía de un gobernador K; también señaló que sus compañeros desocupados –y ahora desalojados– viven, por mes, con un subsidio oficial de 225 pesos.
Schoklender sigue libre –y dicen que así quedará, porque de otro modo deberían procesar a Bonafini–, mientras la Federal rodea a las Madres en su ronda para que los obreros en protesta no las interrumpan.
Ningún relato, por perfecto que sea, soporta tanta realidad.
(*) Fuente: Edición impresa del diario PERFIL.