—¿Cómo conoció a Macri?
—Tuve un intercambio con él a raíz de que me ofrecieron ser ministro de Educación, cosa que me dejó perplejo porque si hay alguien inepto para la gestión soy yo. Era inaceptable porque no hay que confundir un hombre que ha leído libros con capacidad de gestión. Le dije que me preocupa que para elegir un ministro hayan pensado en mí. Eso generó un diálogo muy franco entre nosotros. Es un hombre que tiene una gran virtud: tiene preguntas, algo que no es frecuente en los líderes políticos.
—En PRO dicen que lo está asesorando...
—No nos vemos todo el tiempo, sino esporádicamente. No soy un asesor porque eso es un trabajo regular y eso no es necesario. Pero converso con Macri. Me encanta poder ser útil en el intercambio. También converso con Sanz, con Chiche Duhalde, con Francisco de Narváez, que también es un hombre que tiene preguntas. Conversé menos con Felipe Solá, pero me pareció muy inteligente. Ser intelocutor me encanta.
—¿Cómo observa la figura de Macri como político?
—Macri consolida su imagen por la eficacia de su gestión como dirigente deportivo. Llega como una figura en el favoritismo popular porque Boca es mucho más que una identidad deportiva. Boca gana y en la época de Macri no pierde nunca. Es la historia del éxito. Y él lo capitaliza. Cuando llega a la política, hizo un milagro que se sostiene en la memoria popular. Es indudable que tiene para aportar un capital de popularidad que no todos tienen. Muchos líderes que hoy disputan la presidencia están afectados por el desprestigio de la política y Macri está beneficiado por el prestigio del fútbol.