Luis Suárez, el cantinero de la fragata Libertad, llegó a Mar del Plata con la esperanza de volver a subir al barco y reencontrarse con sus viejos compañeros de tripulación.
Había sido una de las pocas caras visibles del conflicto, y buscaba ser parte de la fiesta que había organizado el Gobierno para recibir al buque que quedó varado en Ghana durante siete meses y diez días. Pero su emoción contrastó con otra realidad: tras el acto le informaron que había sido despedido.
No bien se enteró del regreso de la Fragata, Suárez estaba listo para subirse a uno de los botes que iban a escoltar al buque cuando estuviera cerca del puerto de Mar del Plata. Estaba muy emocionado, vivía el momento con alegría: lo esperaba desde que había vuelto al país tras dejar su querido buque, en el que se desempeñó como cantinero durante más de 25 años, la mitad de su vida. En uno de los regresos de parte de la tripulación había llegado de nuevo a Buenos Aires, y habló con los medios. “Ayer, cuando salí de la Fragata, hacé de cuenta que un puñal se clavaba en mi corazón”, dijo en una de las entrevistas. Y agregó: “Las autoridades de este país, todo el mundo” sabía que se iba a viajar a Ghana y que se iba a “correr ese riesgo”.
El miércoles, la Armada le impidió ser parte de la fiesta. Le pidieron que no subiera a ningún bote y que se retirara de la fiesta popular.
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