De manera silenciosa y con su habitual enjundia, el Gobierno está descargando sobre la población un ajuste económico de características muy ortodoxas. Aunque no parezca en grandes anuncios, la administración Kirchner, debido al fenomenal desborde de las erogaciones, está procediendo a sincerar variables que se hallaban maquilladas por la corrosiva política de subsidios aplicada desde 2002.
En otros términos, en momentos en que el déficit fiscal se hace incontrolable, el gobierno comienza a correr el velo de los efectos devastadores que tuvo la devaluación de 2002 defendida a capa y espada por el tándem Duhalde-Kirchner y sus adláteres.
Hasta ahora, esos efectos no se notaron porque la plata fácil que entraba vía retenciones, le permitió financiarlo mediante la entrega indiscriminada de subsidios.
Pero para los Kirchner, el despilfarro no tuvo límites y cuando menguaron los ingresos, el déficit apareció y ahora viene el ajuste. Los "cargos" y penalidades al consumo de gas y electricidad, las subas en combustibles, el incremento en el precio de los cigarrillos, los aumentos en los boletos aéreos y en los ómnibus de larga distancia más los aumentos al monotributo con destino a obras sociales sindicales y la ANSES, son algunas muestras de parte del ajuste que el gobierno está descargando en la población.
La devaluación no sólo provoca estos ajustes y consecuentemente con ella, una inflación galopante y un deterioro del poder de compra de los salarios, sino tampoco sirvió para sustituir las importaciones que supuestamente afectaban al empleo.
Hoy estamos como entonces debido a que la inflación, no sólo se comió el salario sino también, devoró el tipo de cambio nominal y en la actualidad, los productos importados, en muchos casos, resultan más baratos que aquellos producidos localmente.
Pero la inflación generada por la administración Kirchner sigue su marcha de manera despiadada, muy lejos de las dudosas estadísticas oficiales.
Lo que no muestra el INDEC, es la suba de precios en el renglón de los servicios que para gran parte de la población implica el principal rubro de las erogaciones. Capítulos como la indumentaria, el costo de las cocheras, colegios privados, medicinas prepagas, esparcimiento y comidas fuera del hogar, no tienen en las estadísticas oficiales una ponderación acorde con la estructura de gastos de la mayoría de la población. La "gran tarea" de Moreno fue precisamente, modificar la estructura de ponderación de gastos, para calcular el índice de precios al consumidor y darle una mayor influencia al renglón alimentos por encima de los servicios.
Con un tasa de inflación rayando el 20 por ciento es muy difícil mantener, el resto de las variables en línea y un ajuste posterior aparece como inevitable. Dos fenómenos asociados a la inflación se constituyen en otras usinas de conflictos. El primer conflicto, un deterioro de la capacidad de ahorro de la población está provocando una caída del tipo de cambio nominal. En efecto, en los últimos dos meses, se ha registrado una inmensa compra de dólares a nivel minorista por parte de los bancos. Otra vez, dos efectos. El primero, el público está vendiendo sus ahorros para poder llegar a fin de mes. El segundo, esas compras de dólares implican mayor cantidad de pesos en el mercado -con sus dos características implícitas, velocidad y aceleración de la circulación de la monedad-, lo que retroalimenta la inflación.
El segundo conflicto, se deterioran los ingresos fiscales debido a que aumentan las moras en el pago de los tributos tanto a nivel nacional como provincial. Esto produce dos condiciones adicionales. La primera es que el sector público profundiza su déficit y los Estados comienzan a aumentar su propensión a aumentar la presión fiscal, lo que termina impactando en el sistema de precios. La segunda es que los gobiernos dan rienda suelta a su vocación de endeudarse y con ello a incrementar sus gastos por pago de intereses, lo que lleva final y fatalmente a un nuevo ajuste.
Y así va el país, envuelto en una espiral inflacionaria que no encuentra límites, a menos que la dirigencia política se decida a ponerse los pantalones largos y terminar con el despilfarro crónico. El resto, es una ilusión que vivimos desde 2002 y la adminsitración Kirchner pretende que sea verdad. Sólo un espejismo. íDespertate Cenicienta!
(*) Agencia DYN