Ocurrió horas después de que Aníbal Fernández (53) asumiera la Jefatura de Gabinete, allá por julio del 2009. El por entonces secretario privado de la Presidenta, Fabián Gutiérrez, seguía ocupando uno de los despachos contiguos al que de allí en más le correspondería al funcionario del famoso bigote, y no pensaba mudarse. La primera que le dijo que debía marcharse fue una colaboradora jerárquica de Aníbal, una mujer de cabello castaño y figura sensual, que reclamaba esa oficina para sí misma: “Te tenés que ir, esto es de Jefatura de Gabinete”. Pero el intruso se resistió: “No, vos no entendés. Yo soy el secretario de Cristina”. La mujer informó a su jefe, que de inmediato llamó por teléfono al “okupa”. “¿Vos quién sos?”, lo increpó, y volvió a escuchar la misma respuesta. Entonces Aníbal perdió la paciencia: “Escuchame, pibe. Si no te vas en cinco minutos, te hago sacar con la policía. ¿O no sabés que yo manejo la policía?”.
El secretario Gutiérrez huyó para no volver. Y la colaboradora de Fernández se quedó con esa estratégica oficina pegada a la del jefe. Pero lo que importa realmente en esta historia es qué relación tiene Aníbal con ella, y por qué la ahora cada vez más influyente funcionaria está a su lado desde principios de los años 90, cuando él daba sus primeros pasos en la política.
Tras dos meses de investigación, NOTICIAS pudo certificar con once fuentes -todas cercanas a Fernández, y cuatro de ellas de su entorno más íntimo- lo que se contará en estas páginas. El jefe de Gabinete tiene una hija no reconocida con la funcionaria en cuestión. La chica ya cumplió 14 años y Fernández se resiste a darle su apellido, a pesar a ser el ministro más poderoso del Gobierno que hizo de los derechos humanos su principal bandera. ¿Es aceptable que alguien que ocupa ese destacado cargo, y que ejerció, además, el de ministro de Justicia y Derechos Humanos, le niegue a su hija el derecho a la identidad, uno de los más básicos e importantes que hay?