El le decía que no. Una vez, dos. Varias. Sandra Macri, segunda hija de Franco y futura heredera de una fortuna, le pedía que se casaran y él, pelo largo, barba candado e ingresos de clase media, le decía que no. Néstor Daniel Leonardo es parapsicólogo y podía ver que el futuro no sería pacífico, a menos que la boda contara con la bendición del empresario. “Hasta que tu papá no me siente a la mesa como uno más, no nos casamos nada”. Pasaron siete años.
En el medio, Sandra enfermó. Y Daniel Leonardo, que también se dedica a la sanación, se quedó a su lado. Los cuidados del novio devoto conmovieron al patriarca del clan: fue recibido en los encuentros familiares y hasta ocupó uno de los departamentos que los hijos de Franco tienen en Terrazas de Manantiales para refrescarse en Punta del Este. Ganó un lugar en la mesa y el “permiso” para la boda: dos veces fueron a averiguar fechas en la tradicional Iglesia del Pilar, pero terminaron dando el sí en la catedral de Morón, en julio de 2004. Franco llevó a su hija del brazo hasta el altar, dónde la esperaba el para-psicólogo, con traje oscuro y rizos dorados.
Pero el final –parece– no fue del todo feliz. Después de que el juez Norberto Oyarbide revelara que el cuñado del jefe de Gobierno porteño tuvo su celular personal pinchado en forma ilegal en mayo y junio de 2008, dejó al descubierto una turbia interna familiar.
Las cintas con sus conversaciones las retiraba el espía Ciro James, hombre de Jorge “Fino” Palacios, el jefe que Mauricio Macri quería para su Policía Metropolitana. “Atribuyo la pinchadura del teléfono a la relación que tengo con la familia Macri (...) Ya desde el inicio de nuestra relación, el padre, Franco Macri, se opuso y en reiteradas oportunidades quiso, no sólo comprar mi disolución matrimonial, sino que además me amenazó”, le dijo Daniel Leonardo al juez.
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